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Columna
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Chipre refleja los trucos de la banca

La banca moderna depende de dos engaños. Los bancos le dicen a los clientes que pueden retirar todo su dinero cuando quieran y los gobiernos se comprometen a intervenir si algo sale mal. Los problemas de Chipre muestran que ambas promesas se rompen. La crisis de fe no es solo problema del pequeño estado de 800.000 habitantes, sino que establece un precedente preocupante allí donde hayan muchos bancos y un gobierno sobreendeudado. La pregunta es qué se puede hacer para restaurar la fe en el sistema.

Los timos son tan viejos como la propia banca. Los mercaderes en la Venecia medieval prestaban monedas que les habían dado; también los orfebres en la Londres del siglo XVII. Siempre y cuando la confianza no es mencionada, el uso de fondos a corto plazo para financiar préstamos a largo, un proceso conocido como transformación de vencimientos, ayuda a promover la inversión y el crecimiento.

La crisis de la Gran Depresión llevó a la invención de un segundo engaño. EE UU introdujo el seguro de depósitos, poniendo el crédito del gobierno detrás de sus bancos. La idea se volvió global. De acuerdo con el Banco Mundial, el número de países que ofrecen garantías explícitas a los depositantes bancarios se expandieron de 12 en 1974 a 88 en 2003. Las garantías también se incrementaron. La Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC por sus siglas en inglés) ahora cubre a los ahorradores hasta 250.000 dólares, por los 40.000 de principios de los 80. La Unión Europea tiene una garantía de hasta 100.000 euros, aunque sigue siendo responsabilidad de los gobiernos nacionales. Para Chipre, la promesa estaba vacía. Sus depósitos asegurados están cerca de 30.000 millones de euros, una suma que el presidente admitió que no podía cubrir.

Chipre es un caso extremo. El país era un paraíso para el dinero foráneo: a finales de 2011, los activos bancarios eran de ocho veces el PIB. Los bancos domésticos también se financiaron casi totalmente con depósitos, lo que significaba que pocos accionistas y bonistas podían absorber pérdidas. A pesar de que Chipre decidió al final no gravar los depósitos asegurados, los ahorradores no confiarán mas en las garantías del gobierno. Podría necesitarse algún tipo de control de capital para detener la fuga de dinero en efectivo.

Chipre refuerza la necesidad de una reforma bancaria internacional. Los bancos tendrían que financiarse con más capital y manteniendo grandes colchones de activos líquidos. Si los bancos caen, los reguladores deberían ser capaces de dejarles caer con seguridad en lugar de rescatarlos. Asumiendo que estas reformas están completadas, traerán dos beneficios. Reconocen que los bancos son proclives a quebrar, y limitan la factura a los contribuyentes cuando las cosas se tuercen.

El caso de Chipre refuerza la necesidad de una reforma mundial de la banca

Aún en ese caso, las promesas hechas por los gobiernos a los depositantes siguen siendo demasiadas. A finales de 2011, la FDIC aseguró depósitos por cerca de siete billones de dólares. En caso de necesidad, EE UU siempre puede imprimir más dinero, opción que no tiene Chipre ni otros miembros de la eurozona. Incluso los seguros de depósitos pueden ser por sí mismos un agravante de la crisis. Después de todo, los ahorradores que saben que serán rescatados tienen pocos incentivos para distinguir entre los bancos seguros y los que tienen más riesgos. Esto anima a los bancos a tomar una actitud más arrogante.

¿Cuál es la alternativa para los gobiernos que aseguran bancos que prestan a largo plazo y piden prestado a corto? El economista británico John Kay ha sugerido la creación de “bancos reducidos” que solo podrían invertir depósitos en bonos soberanos. Laurence Kotlikoff, académico americano, piensa que los préstamos deberían financiarse con inversiones de duración similar. Estas propuestas tienen un aspecto común: no requerirán a los bancos que transformen los vencimientos.

Hay dos grandes peros a estas ideas. El primero es que este mal comportamiento bancario no se limita a los depósitos. La promesa de grandes intereses y acceso instantáneo al dinero es difícil de resistir. Lehman Brothers llevó este timo a todos los mercados financieros hasta que colapsó. Hace poco, algunos fondos han ofrecido a los inversores la ilusión de una liquidez instantánea en bonos basura difíciles de mover.

Un problema más fundamental, en cambio, es que los engaños están ligados a muchos siglos de crecimiento económico. No sabemos cómo puede ser una economía moderna sin ellos.

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