La energía nuclear se relanza en Asia
Fukushima reabrió en 2011 el debate mundial sobre la energía nuclear. Aquel desastre nos recordó que la ciencia y la tecnología nuclear aportan bienestar a la población, pero no su plena seguridad. Se subestimó entonces la posibilidad de un tsunami gigante. No existe el riesgo cero o la seguridad absoluta, ni siquiera en los países más avanzados tecnológicamente. Cabe recordar los anteriores accidentes nucleares en Three Mile Island (Estados Unidos) en 1979 y en Chernóbil (URSS) en 1986. Hay un componente militar indiscutible: la línea que separa los usos civiles de los militares es difusa. No sorprende que algunos países del golfo Pérsico, como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos e Irán, extremadamente ricos en recursos energéticos, también ansíen contar con reactores nucleares.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) está reforzando el sistema internacional de vigilancia para hacerlo de obligado cumplimiento para los Estados. En 2012 funcionan en el mundo 444 centrales. Su control es una responsabilidad de cada Estado y las recomendaciones de la OIEA no tienen carácter vinculante. Tampoco la Unión Europea mantiene una posición común.
El 30 de junio de 2011 el Bundestag decidió cerrar las centrales nucleares alemanas antes de finalizar 2022. Alemania confirmó su apuesta estratégica por las energías renovables, lo que obligará a las empresas energéticas como Siemens, Eon y RWE a una drástica reestructuración y a reorientarse hacia la construcción de centrales de gas, desarrollar las energías renovables e intensificar su internacionalización.
Pero salir de la vía nuclear será para Alemania más costoso y complicado de lo que se previó al principio. También Italia, Bélgica y Suiza frenaron sus programas. En cambio, Gran Bretaña ratificó la opción nuclear. Y Francia, con 58 reactores, tampoco contempla abandonarla. En la Unión Europea existen divergencias entre Alemania, partidaria de reforzar el uso de energías renovables, y Francia y Gran Bretaña, apoyada por Polonia y la República Checa, que mantienen la energía nuclear al mismo rango que las renovables en su lucha contra el calentamiento global. Incluso Estados Unidos aprobó en febrero en 2012 la construcción de dos reactores nucleares en Georgia, los primeros en tres décadas
Pero el futuro sobre la opción nuclear se decide en Asia. China e India, el 37% de la población mundial, son los dos países clave. Sus necesidades energéticas son y serán inmensas. En China, el mayor consumidor energético mundial, el consumo eléctrico crece un 12% anual. Difícilmente renunciarán a la energía nuclear que complementará con el impulso de las renovables. Tiene 15 reactores operativos, está construyendo 26 y tiene otros 52 en proyecto. India, 7 operativos y proyecta construir otros 18. Y Corea del Sur persiste en su apuesta nuclear. Tiene 23 reactores en activo que aseguran el 14% del consumo eléctrico, construye 7 y plantea construir otros 11 para 2030 en vistas a cubrir el 40% de las necesidades energéticas del país.
Finalmente, la victoria del Partido Liberal Democrático (PLD) en las elecciones legislativas del 16 de diciembre de 2012 podría también relanzar la energía nuclear en Japón. El primer ministro, Shinzo Abe, proyecta reabrir algunas de las centrales nucleares cerradas por Yoshihiko Noda en 2011 tras lo ocurrido en Fukushima. Hoy funcionan 2 de los 54 reactores nucleares. El PLD, con estrechos nexos con los lobbies nucleares, se excusa en la elevada factura de las importaciones energéticas de gas y carbón que provocó en 2012 el primer déficit comercial de Japón desde 1980. Pero Shinzo Abe deberá hacer frente a una opinión pública aún mayoritariamente contraria a volver a la vía nuclear.
A pesar de lo ocurrido en Fukushima, el mercado mundial de construcción de centrales nucleares seguirá en alza en los países emergentes, principalmente en Asia. Además de China e India, también otros países como Tailandia, Indonesia, Malasia y Vietnam apuestan por la vía nuclear. Al igual que Turquía y los países del golfo Pérsico. Y Filipinas también podría hacerlo pronto.
Un informe de la OIEA preveía, en septiembre de 2011, la construcción de entre 90 y 130 nuevos reactores en el mundo hasta 2030. Hoy aporta ya el 14% de la electricidad mundial, un porcentaje que crecerá hasta el 24% en 2050. Los lobbies pro nucleares son favorables a reforzar la seguridad, cerrando todas las centrales con tecnologías obsoletas para sustituirlas por las de nueva generación. Esgrimen todo tipo de argumentos: políticos –asegura una independencia energética–; económicos (los precios del carbón, petróleo y gas son volátiles); sociales (garantizar a la población el acceso a la electricidad, sin la cual no hay desarrollo); medioambientales (la lucha contra el cambio climático), etc.
El debate nuclear es extremadamente complejo y esconde intereses militares. El argumento de que la energía nuclear es segura y barata no se mantiene. El enorme coste humano, económico y medioambiental del accidente de Fukushima habla por sí solo. Y se precisarán varias décadas para reparar los daños provocados. Un estudio del Instituto Max Planck de Química recuerda que el riesgo de accidente nuclear es mayor de lo calculado y crecerá a medida que operen y se construyan más reactores.
Jaume Giné Daví es profesor de la Facultad de Derecho de Esade