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¿Puede haber una moción de censura contra la Comisión Europea?

"Veredicto: culpable", resume El País la valoración de 10 economistas sobre la labor frente a la crisis del comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn. Sin entrar en el debate de fondo sobre la validez de las recetas aplicadas, cabe preguntarse sobre el impacto político de un varapalo de tal calibre que no atañe solo a Rehn sino a toda la Comisión Europea.

En la mayoría de los países europeos, los grupos de oposición pueden presentar una moción de censura contra el Gobierno de turno. Pero, ¿qué ocurre si el ejecutivo que pierde la confianza es la Comisión Europea? ¿Puede el Parlamento Europeo forzar la dimisión de José Manuel Barroso o de alguno de sus comisarios?

En teoría, sí, pero solo de manera colectiva: es decir, de los 27 miembros de la Comisión a la vez, incluido su presidente. Para hacerlo, según el artículo 234 del Tratado de Funcionamiento de la UE, la moción de censura tendría que aprobarse por mayoría de dos tercios de los votos emitidos que representen, a su vez, la mayoría absoluta del hemiciclo. Es decir, 378 votos a favor como mínimo. En caso de prosperar, se nombraría una nueva Comisión para agotar el mandato de la actual (hasta el 31 de octubre de 2014).

En la práctica, resulta aún más complejo políticamente si cabe que a escala nacional, dada la composición de la Comisión (integrada por miembros de varios partidos políticos) y del Parlamento (donde se mezcla la lealtad ideológica con la adscripción nacional).

Pero la posibilidad existe. Y durante el segundo mandato de Barroso (iniciado hace tres años), ha habido varias veces mar de fondo en los pasillos comunitarios sobre una posible deflagración de su ejecutivo. No han prosperado. En parte, por las dificultades inherentes del proyecto. Y en gran parte, por la habilidad política del portugués para jugar con la baraja federal, tan grata a algunos parlamentarios, y con la baraja intergubernamental, impuesta por capitales como Berlín.

Barroso ha sorteado hasta ahora el malestar evidente en la mayoría de los grupos parlamentarios, incluido el suyo (Partido Popular), descontentos por la gestión de la crisis, por la congelación (y posterior recorte) del presupuesto europeo o por la falta de ambición de algunas propuestas legislativas. Pero la creciente resistencia a las recetas de Bruselas (en Grecia, en Bulgaria, en Italia o en España) puede abrir el camino a una moción como gesto de reprobación, aun a sabiendas de que sería casi imposible obtener los votos necesarios para aprobarla.

Solo el grupo Socialista (190 escaños) dispone de la potencia de tiro suficiente para planteárselo. Necesitaría el apoyo, sin fisuras, nada menos que de Liberales (85 escaños), Verdes (59), Izquierda Unida (34) y algunos euroescépticos. Una amalgama muy difícil de lograr entre otras cosas porque el principal objetivo de la moción, Olli Rehn, es liberal. Pero al menos obligaría a los grupos parlamentarios a retratarse sobre la gestión de la crisis con vistas a las elecciones europeas de mayo de 2014.

(Por cierto, que el otro eslabón débil de la Comisión, la socialista Catherine Ashton, podría seguir siendo Alta Representante de la Política Exterior aunque cayese la Comisión. Pero el Consejo de la UE, por mayoría cualificada puede cesarla como Alta Representante, a título individual, sin necesidad de que caiga la Comisión, según el artículo 18 del Tratado de la UE).

Foto: escultura en Bruselas (B. dM., agosto 2011).

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