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Exceso de optimismo sobre la economía española

No es extraño que tras estos cinco largos años de crisis, haya muchas ganas de escuchar buenas noticias sobre nuestra economía. Y esas noticias las hay, no crean que no. Hay algunos cambios muy importantes que nos alejan del apocalipsis, y eso es muy bueno, no puede negarse. La clara mejoría que se ha producido en los mercados de financiación para los gobiernos de la periferia europea es condición necesaria, aunque no suficiente, para remontar la situación de crisis.

Es obvio que algo se ha avanzado: hace algo más de un año, el estado de estupefacción político-económica era alarmante, apenas se había tomado medida alguna de ajuste del gasto que frenara un endeudamiento que nos habría llevado directamente a la quiebra, y la apuesta principal hacia la recuperación consistía, en el mejor de los casos, en el inmovilismo. Es cierto pues, que ahora hay datos positivos a los que agarrarse: la dolorosa reforma del sistema financiero se ha afrontado con valentía (podemos olvidar el descabellado despropósito de las “fusiones frías”, menuda ocurrencia!), se ha tomado conciencia de la necesidad de equilibrar las cuentas (aunque éste aún no se ha conseguido y aunque haya mucho que discutir sobre la forma en que esto se está llevando a cabo), y se ha intentado modernizar un mercado laboral que fue diseñado antes de la democracia. Como digo, todo ello es bastante esperanzador.

Sin embargo no conviene dejarse llevar por la euforia que se aprecia últimamente en algunos medios de prensa y hay que seguir trabajando en la línea de fomentar cambios estructurales en las economías dañadas para introducir en ellas medidas de flexibilidad y conseguir mayor competitividad que, en definitiva, conduzca al crecimiento.

Lamentablemente las buenas noticias sobre nuestra economía, traen aparejada una dosis de desincentivos para los gobiernos que deben efectuar las reformas. El elevado coste político de las acciones a tomar frena su desarrollo cuando el viento sopla a favor, sin embargo, a España no le queda tiempo para el relax. Si no aprovechamos cada instante de tregua que ha brindado el BCE con el diseño del programa OMT (recordemos que aún no ha sido puesto a prueba) los mercados volverán a presionarnos y retornarán los fantasmas del pasado.

Entre las razones para tomarse con cautela esta repentina mejoría del acceso al crédito de nuestro país está el hecho de que éste no se está trasladando a nuestras pymes y a nuestras familias. Dicho de otro modo, es posible que los mercados se hayan abierto de nuevo para las compañías del Ibex 35 (y esto se nota en la bolsa), pero el grifo sigue cerrado para los pequeños negocios y para los nuevos emprendedores. Este crédito, necesario para crear empleo, no sólo no mejora sino que se está volviendo cada vez más escaso y más caro (menos operaciones, mayores diferenciales).

La economía española ha recobrado momentáneamente la credibilidad, pero el desempleo y la deuda siguen en máximos, el crecimiento se muestra ausente, y hay revisar un modelo productivo obsoleto mientras se encuentra la forma de que la liquidez llegue a la economía real. No valdrán atajos, ni medidas efectistas, ni exigir el esfuerzo (en forma de más impuestos) siempre a los mismos. Hace falta una mayor precisión en las medidas de ajuste con incidencia en el gasto improductivo y una mayor profundidad liberalizadora que posibilite el crecimiento. De otro modo la confianza recobrada será pasajera.

Alejandro Varela es Gestor de fondos en Renta 4 Banco

@AVarela_Madrid

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