EEUU esquiva (por ahora) el abismo fiscal
Republicanos y demócratas lograban un acuerdo in extremis que sirve para minimizar las consecuencias negativas de un Fiscal Cliff que amenazaba con empujar a la primera economía del mundo a la recesión en 2013. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en febrero de 2012, era el primero en utilizar el término Fiscal Cliff, refiriéndose a la expiración de un conjunto de exenciones impositivas y a recortes automáticos de gasto programados para el inicio de año, con un impacto aproximado de 600.000 millones de dólares en 2013.
Su origen data del verano de 2011, fecha en la que el Capitolio de Estados Unidos evitaba también en el último instante la suspensión de pagos del país, dando luz verde a un incremento en el límite de endeudamiento que a la postre desencadenaba la decisión de S&P de degradar la calificación crediticia de la deuda norteamericana.
Entonces, con el Senado y la Casa Blanca controlada por los demócratas y con el Congreso en manos republicanas, ambas partes mostraban su compromiso de diseñar un plan capaz de reducir en el medio plazo un déficit desorbitado y aplacar la preocupante escalada de la deuda federal, siendo el Fiscal Cliff la herramienta elegida por los legisladores para obligarse a emprender las medidas necesarias de ajuste del déficit público.
Para entender los efectos de este ajuste hay que ir a los principios de macroeconomía. El PIB está determinado por el consumo de las familias, por la inversión empresarial y residencial, por el gasto público y por las exportaciones netas.
Por tanto, incrementos impositivos y recortes del gasto de tal magnitud habrían afectado significativamente al crecimiento vía gasto público y vía reducción de la renta disponible de las familias, con implicaciones negativas para el gasto personal, hasta el punto de, según estimaciones del Congressional Budget Office, generar una contracción del PIB del 0,5% en 2013 que hubiera tenido implicaciones globales en un momento de debilidad como el actual en el que el consumo privado estadounidense se erige como principal sustento de la economía mundial. De modo que el pacto recién alcanzado supone un nuevo parche temporal a los problemas de la primera economía del mundo. La noticia positiva es que se ha logrado minimizar el impacto cortoplacista. En el apartado más polémico, Barack Obama se sale con la suya y el frente republicano claudica, al incrementarse el tipo marginal del 35% al 39,6% solo a las rentas que superen los 400.000 dólares anuales, prolongándose indefinidamente las exenciones impositivas introducidas en la era Bush para el resto.
Además, las rentas altas tendrán que soportar una subida del tipo aplicable a las ganancias de capital que ahora pasará del 15% al 20%, se renueva hasta 2014 la extensión de los subsidios por desempleo, se evita la reducción salarial a los profesionales que trabajan en los programas de Medicare y se eleva permanentemente hasta el 40% el impuesto sobre bienes inmuebles valorados en más de 5 millones de dólares.
No obstante, todo lo anterior no será óbice para la expiración de las reducciones en las retenciones aplicadas a las nóminas implementadas por Barack Obama como estímulo temporal tras la crisis financiera con un impacto aproximado de 100.000 millones de dólares. En definitiva, un conjunto de medidas que, como decimos, limitan el daño cortoplacista en un crecimiento estadounidense de 2013 que desde Intermoney estimamos ronde el entorno del 2%. Sin embargo, lo negativo estriba en que el Fiscal Cliff fracasa en su cometido inicial de devolver en el medio plazo a la deuda estadounidense a la senda de la sostenibilidad, con un ratio de deuda bruta que se sitúa en el entorno del 110% sobre PIB, en una nueva patada a seguir que aplaza en el tiempo las incertidumbres, concretamente hasta marzo, fecha en la que la economía estadounidense afronta una nueva versión del Fiscal Cliff.
Y es que los recortes automáticos de gasto programados inicialmente han sido prorrogados a marzo, solapándose con el resurgir de las disputas entre republicanos y demócratas, esta vez de la mano de un límite de endeudamiento que recordemos era alcanzado el pasado 31 de diciembre y que volverá a generar tensión y volatilidad ante la posibilidad de que la primera economía del mundo entre en suspensión de pagos. En definitiva, los legisladores estadounidenses resuelven la encrucijada fiscal con una decisión de última hora que sirve para esquivar el abismo, pero que no aleja a la economía de un precipicio que volverá a ser transitado en las próximas semanas ante la amenaza del límite de endeudamiento y de los recortes automáticos de gasto prorrogados a marzo.
Carlos Cuevas Travieso es Economista de Intermoney