Un cabo de la UE al sector del automóvil
La caída del consumo en la zona euro está castigando de forma especialmente dura a algunos sectores de la industria. Es el caso del automóvil, que tras seis años consecutivos de caídas en las ventas y una oleada de cierres de factorías y deslocalizaciones de centros de producción ha llegado a una situación de debilidad extrema. Dado el elevado montante de empleos que dependen del sector -nada menos que 12 millones en toda Europa- la Comisión Europea ha decidido arrimar el hombro para impulsar la reestructuración de un mercado especialmente sensible a los vaivenes del consumo. Bruselas ha trazado un plan de acción hasta el año 2020 con el objetivo de mejorar la competitividad de esta industria, cuyo valor estratégico para la economía europea resulta fundamental y por tanto es necesario y urgente preservar. La hoja de ruta de la Comisión Europea -denominada Cars 2020- propone dedicar más de 4.000 millones de euros a fomentar la innovación en el sector, así como incentivar la firma de acuerdos comerciales con los países emergentes. Entre las medidas que ha diseñado Bruselas se incluye la promoción de préstamos a la industria por parte del Banco Europeo de Inversión (BEI), así como un plan de financiación dedicado a las pymes de alrededor de 2.500 millones de euros.
Todo ello conforma una acción europea coordinada cuya finalidad es racionalizar este mercado y que tiene como asignatura pendiente -entre otras- la armonización del juego de incentivos que rige actualmente en los territorios de los Veintisiete. Es el caso de los dispares planes de estímulo de compras de coches que existen, entre los que figura el flamante Plan PIVE español. Como ha ocurrido en otros mercados, esta diversidad de ayudas constituye un factor de desequilibrio del mercado interior y una barrera a la competencia que es necesario erradicar. Como no puede ser de otra forma, cualquier plan de ayuda pensado para revitalizar y reestructurar en su conjunto la industria europea del automóvil tiene que partir de una lógica armonización. La principal ventaja de Cars 2020 es precisamente el hecho de ser una iniciativa de la Comisión Europea. Ello supone que las ayudas al automóvil no recaerán sobre la ya tensa tesorería de los Estados miembros y no afectarán a los planes de equilibrio presupuestario de cada uno de ellos. En el caso de las economías con más problemas, como España, la iniciativa de Bruselas resulta doblemente bienvenida, dada la escasez de recursos disponibles para estimular el tejido industrial. Una vez sentadas las directrices del plan, corresponde tanto al Gobierno como a la industria española maniobrar con la suficiente firmeza y habilidad como para que España salga lo suficientemente bien parada en el reparto de ayudas.