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El Foco
Tribuna
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Precios eléctricos e industria

La complejidad del sistema eléctrico español puede ser parte del problema de su pérdida de competitividad. El autor explica cómo se ha llegado a esta situación y cómo se puede reenfocar.

Un proyecto de orden ministerial acaba de retocar la gestión de demanda de la industria básica, la interrumpibilidad, con el consiguiente revuelo en medios y despachos, que argumentan que la interrumpibilidad es una subvención y que hoy es absurda porque nos sobra potencia eléctrica. No estoy de acuerdo con ninguna de las dos afirmaciones, y voy a justificarlo explicando cómo, cuándo y por qué empieza la gestión de demanda de la industria básica y razonando desde la situación actual eléctrica española, record de complejidad legal, técnica, económica, financiera y de pérdida de competitividad.

La génesis. A finales de 1983, hace 29 años, el BOE creó la gestión de demanda eléctrica de la industria básica, propiciando que la industria obtuviese precios competitivos mediante la ayuda a la gestión del sistema eléctrico, dadas unas tarifas caras y perspectivas de potencia eléctrica lastradas por las crisis del petróleo, la financiera del sector eléctrico y el parón nuclear.

Como catalizador, la entrada en el Mercado Común en 1986. La industria básica reclamaba costes eléctricos comparables a los de sus futuros competidores alemanes, franceses, porque el MC suponía el fin de la autarquía, de las protecciones arancelarias, de los apoyos a la exportación, etc. Y el país no podía fallar en el abastecimiento eléctrico en plena apertura a Europa.

El Gobierno pudo crear tarifas para los sectores afectados, copiando las vigentes en los países más industrializados, pero como en electricidad había que mantener garantía con menos inversiones optó por un esquema de colaboración, de forma que la industria rebajaría sus precios en función de su ayuda al sistema eléctrico.

Las claves. Además de algunos temas muy técnicos, dos cosas entendibles por todos: uno, ahorrar potencia funcionando al revés que el resto bajando su demanda cuando los demás la suben (horas punta), y subiéndola cuando los demás bajan (horas valle). Resultado: un sistema eléctrico que necesita menos potencia instalada y líneas para atender el mismo consumo. Y dos, ahorrar en centrales de emergencia, paradas hasta que pasa algo, que la industria podía sustituir parando a requerimiento de Red Eléctrica ante riesgos súbitos de apagón. Resultado: el corte de suministro a unos pocos, necesariamente grandes, permitiría al gestor del sistema el suministro al resto ahorrando centrales.

Las cuatro partes -Gobierno, eléctricas, REE e industria- aportaron técnicos con el mismo mensaje: llegar a soluciones viables que permitiesen llegar a menos centrales, más seguridad y menos precio final. A partir de ahí, imaginación, trabajo, pruebas reales, retoques, pero ningún palo en las ruedas. Bien es cierto que el clima de relación y conocimiento mutuo industria-Gobierno era mejor que el actual, y que el sector eléctrico estaba más cohesionado.

Funciona y es barato. Ya en el mercado liberalizado, las empresas han seguido trabajando al revés, con potencia en valle 2.500 MW -superior a la demandada en punta hasta la crisis- y, desde 2001, Red Eléctrica aplicó interrumpibilidad 39 veces, incluyendo varias por motivos fuera del BOE, aceptadas por la excelente relación entre las partes. El ritmo ha bajado, pero merece la pena señalar que la última, en 2009, se produjo en el sur de España, localizada y por razones climatológicas. Nada que ver con la potencia instalada.

En cuanto al coste, en 2006 una consultora de prestigio en temas energéticos valoró en 1.300 millones/año la gestión de demanda en condiciones de mercado del centenar de empresas asociadas a AEGE, mientras que los consumidores vienen pagando desde 2009 400-450 millones/año. Asumiendo que todo estudio puede incluir inexactitudes, en los dos sentidos -el margen y la calidad de la consultora (Intermoney Energía)-, permiten asegurar que el consumidor paga menos de lo que recibe.

Liberalización eléctrica y euro. Con ese esquema la industria se reestructuró ante la entrada en el MC, y enfrentó el euro con razonable soltura mientras que, con la liberalización, los precios eléctricos españoles pasan de estar entre los mejores a los peores de la UE. O sea, mientras en otros países industrializados los gobiernos "aíslan" a los sectores más deslocalizables de los sobrecostes regulatorios, aquí ha sido la gestión de demanda la fórmula de competitividad. De hecho, en 2007 el Gobierno adaptó la gestión de demanda bajo tarifa a un esquema de interrumpibilidad bajo mercado, pero la regulación eléctrica española está subiendo a tal velocidad que la industria está perdiendo competitividad, gestión de demanda incluida.

La situación actual. Equiparable a la de 1983. La electricidad no es competitiva por la regulación, y el sistema eléctrico no es seguro a pesar del exceso de potencia porque, como la que sigue creciendo depende del sol, viento, agua, y la firme sigue decreciendo, si coinciden condiciones duras que ya han coincidido, noche, año seco, mucho frío, anticiclón, centrales en parada por mantenimiento no previsto, ya en 2014 la potencia realmente segura ante incidencias, líneas incluidas, se sitúa por debajo de la demanda prevista.

La punta crecerá más despacio por la crisis, pero la inversión también, y la indisponibilidad de los ciclos combinados aumenta porque se usan en función del viento, fuera de sus condiciones de diseño. Una cosa por la otra, con la gestión del sistema eléctrico cada vez más compleja, la gestión de demanda sigue siendo incluso más necesaria que antes. Eso sí, adaptada a la situación actual.

La propuesta de orden ministerial demuestra que el gobierno sigue apostando por la gestión de demanda como vía de competitividad para la industria intensiva y, en línea, el borrador de orden se abre a que las empresas más grandes puedan incrementar su gestión de demanda, lo que me parece perfecto, pero la redacción concreta de condiciones y fórmulas merece revisión para evitar discriminaciones y conseguir que todas las empresas puedan reajustar sus pautas de funcionamiento, ofreciendo sus máximos posibles de colaboración con el sistema.

Conclusión. El reenfoque eléctrico, ese tan complicado, no debe olvidar que en mundos globalizados la regulación también tiene que resultar competitiva, y que en el caso de la industria básica una gestión de demanda ajustada a la situación puede y debe formar parte de la solución.

Javier Penacho. Miembro del Foro de la Sociedad Civil y de la Comisión de Energía de Colegio de Ingenieros Industriales de Madrid

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