La financiación antes y después del rescate
La posibilidad de que España solicite ayuda financiera a sus socios de la UE parece haberse convertido en el centro del debate político en España y en Europa. Es una cuestión de tiempo, pero las manecillas del reloj las moverán más los mercados que los políticos, como en el pasado hicieron con el rescate bancario. Los mercados presionan los valores españoles (como presionan a otros) y hostigan el movimiento apresurado de los responsables políticos, especialmente retardatorio en una Europa asimétrica sin unidad política. No obstante, por vez primera parece que los instrumentos, al contrario de lo que ocurrió en 2010 con Grecia -se utilizó una normativa para catástrofes naturales-, están diseñados y disponibles, únicamente a la espera de las decisiones. Pero la espoleta, como siempre, la quitarán los mercados.
El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, gallego de Pontevedra, aseguraba esta semana, preguntado por la posibilidad de una solicitud inminente, tras negarlo, que las informaciones que apuntaban a tal posibilidad "pueden ser ciertas o no, o ya veremos". Todo menos claridad en un entorno electoral en el que se juega que su proyecto político mantenga cierto vigor o que, por motivos económicos, comience a declinar. Lo que pase en las elecciones del País Vasco, como en las catalanas, será determinante para España, pero lo que pase en Galicia el día 21 es determinante sobre todo para Rajoy y el Partido Popular.
El ministro de Economía afirmaba esta semana en Londres que "España no precisa ningún rescate, sino una mayor intervención del BCE", y el propio Eurogrupo, la instancia ante la que oficialmente hay que solicitar la ayuda, el mismo viernes admitía que España "no necesita un rescate, o al menos no de forma urgente, puesto que los mercados han flexionado en las últimas semanas". De esta misma opinión parece ser Alemania, ahora el mejor valedor de España fuera de aquí, aunque seguramente por cuestiones ajenas al que terminará siendo el origen de este asunto: ¿puede España financiarse a los precios que le pide el mercado?
El Tesoro tiene que pagar a los fiadores ahora casi un 6% a sus emisiones a diez años para prestarle recursos. Y esa tasa, casi 400 puntos básicos por encima de la marcada para las emisiones alemanas, es la que marca el precio de la financiación de la economía. Una tasa que con fuerte crecimiento y una inflación generosa podría ser hasta aceptable, pero que en tiempos de crisis, con estanflación, es inadmisible porque impide la toma de crédito, la asunción de riesgo y la inversión.
En el caso de España, la clave no está únicamente en un fuerte y creciente endeudamiento público, sino en un elevado apalancamiento privado y en una situación bancaria bastante problemática, por más que las pruebas de estrés publicadas detallen que el 70% del sistema está bien saneado. La desconfianza agranda el problema del 30% que no lo está, y cierra las vías de financiación para la gran mayoría del sistema financiero y, por ende, para las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, las que conforman la mayoría del tejido empresarial y productivo español.
Es cierto que el bono a diez años ha bajado unos 200 puntos desde que el BCE dio un paso al frente y aseguró que comprará deuda de los países que soliciten su socorro al Eurogrupo. Pero sigue siendo muy caro, y debería descender otros 200 puntos para hacer financiable la economía española. Por tanto, independientemente de los sacrificios que la UE quiera imponer a España si pide ayuda, que tratarán de reforzar la estabilidad fiscal en el medio y largo plazo, el Gobierno tiene que cumplir a rajatabla su parte: déficit al 6,3% este año y al 4,5% en 2013, reformas estructurales y reestructuración bancaria.
Todo eso está en marcha. Pero no vale vacilación alguna, ni de décimas. Y en paralelo, despejadas las dudas políticas, cuando vuelvan a apretar los mercados, parece ser que solo la petición de ayuda desata las compras del BCE, y solo estas pueden llevar el bono a precios razonables. El Gobierno español maneja una fórmula que puede ser válida si sus socios la aceptan: solicitar la ayuda sin cuantificarla y, por tanto, sin recibirla, y que únicamente tal decisión active el mecanismo del BCE que por tres años y sin límite adquiere deuda española para bajar los tipos. ¿Demasiado bonito para ser posible?