Readaptarse al cambio social
El increíble aumento de la esperanza de vida en Occidente durante los últimos años plantea la cada vez más acuciante cuestión de si los jubilados podrán mantener su nivel de vida a medida que envejecen. Debido a los mayores ingresos y a los avances médicos, las personas de la generación del baby boom del mundo desarrollado que se jubilarán este año a la edad de 65 ya han superado la esperanza de vida de 63 años que se estimaba en 1947 para los nacidos durante la posguerra. Además, esta generación que ahora se jubila tiene un 50% de probabilidades de vivir hasta los 92, lo que significa que su jubilación abarcará más de 25 años, casi la mitad del tiempo que ha pasado trabajando. Según el INE, la población española de más 64 años se duplicará en los próximos 40 años, llegando a representar más del 30% de la población del país en 2049. Esta mejora de la esperanza de vida es una buena noticia; pero exige una mayor responsabilidad por nuestra parte a la hora de asegurar que contaremos con fondos suficientes para cubrir lo que podrían ser varias décadas como jubilados.
Es esencial planificar la jubilación tan pronto como sea posible. Las estadísticas muestran que retrasar cinco años la contratación de un plan de pensiones puede reducir el valor final del ahorro acumulado hasta en una cuarta parte en 30 años. Las aportaciones mensuales que se necesitan para generar el mismo valor cuando el sujeto alcance los 65 años también podrían duplicarse si el plan se contrata a los 45 años en lugar de a los 35,2. Invertir en un horizonte lo más amplio posible -e idealmente, a lo largo de muchas décadas- brinda al ahorrador una oportunidad mejor para acumular fondos que le permitan disfrutar de una placentera jubilación.
En el entorno actual, uno de los principales retos es decidir cómo invertir. La volatilidad de los mercados de renta variable de los últimos años, combinada con unos tipos de interés en mínimos históricos, está impulsando a los inversores a plantearse: ¿qué hago con mi dinero? Puesto que la forma tradicional de invertir ya no funciona, es preciso considerar un enfoque diversificado que abarque muchas clases de activos. Necesitamos adoptar un papel más activo en lo que respecta a planificar la jubilación.
La jubilación no es algo que pasa simplemente al día siguiente de nuestro último día de trabajo. Las decisiones que se toman antes son determinantes de cara a la calidad de vida que tendremos como jubilados. Uno de los principios de la inversión es que para disfrutar de rentas durante la jubilación hay que empezar a ahorrar durante la vida laboral. La renta variable suele ofrecer más rentabilidad que la fija y el efectivo en el largo plazo, particularmente al tener en cuenta la inflación. Sin embargo, los inversores en renta variable corren el riesgo de que caiga el valor de sus acciones, pudiendo perder parte de su capital inicial.
Una modalidad menos volátil para invertir en renta variable es apostar por empresas que pagan regularmente un dividendo sólido y creciente, además de beneficiarse de las revalorizaciones de capital. Particularmente durante periodos de volatilidad, los dividendos obtenidos de la renta variable pueden actuar como colchón frente a los altibajos del mercado. La deuda pública del mundo desarrollado ha constituido tradicionalmente una inversión menos volátil, pero al situarse en la actualidad en mínimos históricos e incluso por debajo de la inflación, las rentabilidades reales son negativas. Si podemos permitirnos elevar nuestro perfil de riesgo, la deuda pública de los emergentes puede ofrecer rentabilidades más atractivas, igual que la deuda corporativa tanto de alta calidad crediticia como de alto rendimiento. Otra posibilidad son las inversiones alternativas, que permiten una mayor diversificación en una cartera equilibrada tradicional. En alternativos incluiríamos fondos de retorno absoluto, activos inmobiliarios y materias primas.
Independientemente de la estrategia previa a la jubilación, la acumulación de grandes cantidades de efectivo no siempre constituye un refugio seguro. Una simple operación matemática demuestra que los efectos pueden ser desastrosos. Por ejemplo, una inflación del 3% erosionaría el poder adquisitivo de tal modo que 100.000 euros se convertirían en 47.761 al cabo de 25 años. Esta rentabilidad podría haberse mejorado invirtiendo en mercados globales.
Una mayor longevidad puede conllevar dificultades financieras si no realizamos una planificación y gestión adecuadas. Necesitamos cambiar nuestra forma de invertir.
Luis Martín. Director de ventas 'retail' e institucional de BlackRock en Iberia