Berlín también tiene mucho que perder
A una semana de la reunión en la que el Banco Central Europeo prevé detallar su plan de medidas extraordinarias para atajar la crisis de deuda soberana, su presidente, Mario Draghi, ha decidido enviar un serio aviso a navegantes sobre lo que el euro y todos sus socios -todos, sin excepción- se juegan en estos momentos. En un gesto que no ha pasado inadvertido a nadie, Draghi decidió esta semana no acudir a Jackson Hole, la cita anual casi obligada para los principales banqueros del mundo, que se celebra este fin de semana en esa localidad de EE UU. Apenas 24 horas después, el italiano ha publicado una carta en un diario alemán en la que habla con claridad meridiana de lo que Europa arriesga en esta crisis y de lo que Berlín, pese a su fortaleza económica, puede perder en ella. Desde que el pasado agosto el BCE abriera la puerta a una intervención extraordinaria en favor de España e Italia, aunque supeditada a la petición oficial de rescate por los países, Alemania no ha cesado de lanzar dardos extremadamente afilados en contra de los planes de la institución. El último, arrojado hace unos días por el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, calificaba la compra de deuda por parte del banco central como una droga adictiva. Y ayer, la canciller alemana, Angela Merkel, echaba un jarro de agua fría sobre las expectativas de Italia tras reunirse con Mario Monti, primer ministro del país, al reiterar su oposición a dotar al futuro fondo de rescate permanente -el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE)- de una ficha bancaria que le permita disponer de fondos ilimitados, una demanda que también comparte España.
Frente a un mercado que aguarda en calma tensa y frágil las medidas no convencionales prometidas por Draghi, el presidente del BCE ha recordado a Alemania que todos los países de la zona euro comparten un mismo barco y que, si este se hunde -o permanece, como hasta ahora, en una suerte de deriva permanente-, todos sus integrantes se hundirán también. En su carta, el presidente del BCE sostiene dos verdades innegables que nadie -empezando por la propia Merkel- deben olvidar. La primera, que la prosperidad alemana está ineludiblemente ligada a la estabilidad de la zona euro. La segunda, que la clave del milagro alemán no ha sido otra que una integración profunda en la economía europea y mundial. A todo ello hay que sumar, como también recuerda oportunamente Draghi, la urgencia de avanzar en una integración política y económica cuya ausencia impide la construcción de una Europa fuerte y sólida.
Todo apunta a que el Banco Central Europeo está dispuesto a hacer su parte en la tarea de apuntalar un euro que se resquebraja por momentos. Ahora es a Alemania a la que le toca mover ficha y desbloquear una operación de salvamento de cuyo éxito depende no solo el futuro de Europa, sino el suyo propio.