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Que nadie se engañe: el rescate es el abismo

Hay responsables económicos y políticos que dan por hecho el rescate total y lo jalean como si con tal circunctancia no pasase nada. Miren para Grecia, para Irlanda, para Portugal. Estos serían solo una pequeña parte de lo que pasaría a España y a los españoles: despido de 10 días por año; bajada del 20% de las pensiones; uno de cada tres funcionarios, a la calle; salir del mercado financiero durante varios años, tanto el Estado como la banca española, con descensos brutales del crédito en cantidad y subida no menos brutal en el precio; caída del PIB de no menos del 6% en un año, con un millón largo más de parados; etc. El mismísimo abismo.

Pasará lo que tenga que pasar. Personalmente sigo creyendo que España es demasiado grande para caer, y que dependeremos de lo que Europa quiera, pero si España cae puede hacerlo el mismo euro, ya que después los emenigos del euro redoblarán la apuesta al ver cumplida su profecía e irán a por Italia. Se trata ya de caza mayor: el euro es la pieza a cobrar. Pero, nunca se sabe. Como hoy nos recuerda Felipe González, Europa ya ha sido capaz de destruirse a si misma en el pasado no una ni dos veces, sino más.

Solo me gustaría recordarle a quienes desde puestos de responsabilidad económica, política, financiera y periodística jalean la posibilidad de un rescate total como algo primero, inevitable, y segundo, como algo no necesariamente malo, incluso como algo mejor de la situación actual. Ha llegado el momento de aparcar los intereses particulares y grupales para unificar el criterio y tener en cuenta que lo que viene con el rescate es el abismo. No vale todo: no vaya a ser que por llevarnos a alguien por delante, nos llevemos a nosotros mismos. Solo hay que mirar qué ha pasado en Grecia, en Portugal y en Irlanda, y esperar para ver una mecla de todos ellos en España.

Las recetas que ha aplicado hasta ahora el Gobierno, unas por convicción y otras por recomendación europea, serían una cosa de aficionados para lo que estaría por venir. La legislación laboral experimenaría un nuevo tajo de derechos, con el despido, como en Portugal, a 10 días por año. Las pensiones se recortarían no menos de un 20%, con un retraso en la edad de jubilación inmediato. El seguro de desempleo recortaría las prestaciones de manera brutal, en una economía con casi seis millones de desempleados, pero que iría hacia los siete con un rescate absoluto.

Hay más. Uno de cada tres funcionarios se iria para su casa desde ya, y le parecería una cosa de aficionados el hecho de que les quiten una paga extra; sus suelos se recortarían también un 20% o más. En términos de crecimiento, el escalón recesivo no sería inferior a un 6%, con una paralización de la actividad bancaria y crediticia, puesto que tanto el Estado como la banca quedaría a merced del BCE y el fondo de rescate. La conflictividad social se dispararía, visto lo ocurrido con el paquete de recortes ya aprobado por Rajoy. Y dado que España es un país muy dado el estrés político, la onda expansiva en la política no sabemos a dónde llegaría.

El abismo, vaya. Hay que evitarlo como sea. Nos ha costado mucho recomponer la democracia y el desarrollo en España durante los últimos 35 años. No se puede jugar a los dados con este asunto. No pidamos como un mal menor el rescate total. Sería el mal mayor para la economía, y quien sabe si algo peor para la conviencia ciudadana y política.

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