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Tribuna
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Sin estímulos no pasará la tormenta financiera

A pesar de que han transcurrido más de cuatro años desde que se desató la tormenta financiera con las hipotecas subprime, todavía no se han restablecido los canales de crédito en los mercados y la mayoría de sistemas financieros europeos se encuentran en proceso de saneamiento y reestructuración. Un proceso que no ha tenido el impulso suficiente en el seno de la UE, más preocupada por resolver el problema de los elevados déficits de algunos países, a los que se les ha exigido el cumplimiento de estrictos planes de ajuste de sus cuentas públicas. Como resultado de esta política de austeridad, hasta el momento cuatro países han solicitado asistencia financiera a Europa, entre ellos España.

El sistema financiero ha sido uno de los más afectados por la crisis financiera internacional, ya que esta coincidió en el tiempo con el ajuste en el sector de la construcción residencial. Un ajuste que está provocando un intenso debilitamiento de la actividad económica y un deterioro del empleo en mayor medida que en los países de nuestro entorno. A ello hay que añadir un excesivo endeudamiento del sector privado, familias y empresas, y un exceso de capacidad en el sistema bancario.

A pesar de las reformas emprendidas desde 2008 que han permitido redimensionar el sector bancario y sanear parte de los balances de las instituciones financieras, los problemas persisten y su reflejo más claro lo encontramos en la nacionalización de BFA, matriz de Bankia, que ha vuelto a abrir la caja de Pandora -si alguna vez se cerró- sobre el principal problema de la banca española, su escasa capitalización para absorber su saneamiento, no solo el impuesto por las provisiones, sino del necesario para limpiar sus balances y permitir una restitución ordenada del flujo de crédito.

Y aquí entramos en una cuestión crucial que no ha sido suficientemente atendida en las reformas acometidas: el sistema necesita capital. Inmersos como estamos en una segunda recesión que puede agravar aún más la situación de buena parte del sector financiero, es necesario que España sea capaz de aprovechar la nueva fuente de financiación proveniente de la UE.

La situación actual es muy compleja. En primer lugar, la economía española está en una profunda recesión y podría cerrar el año con una caída del PIB en el entorno del 2%. En segundo lugar, el volumen de crédito inmobiliario (cerca de 400.000 millones) continúa bloqueando el flujo de financiación. Y, por último, el sector público no será capaz de cumplir los objetivos de déficit, lo que podría conducir a una intensificación de las políticas de consolidación fiscal, ahondando en la recesión y en las dificultades del sector financiero.

De las exigencias europeas conocidas en las 32 condiciones del memorándum de entendimiento, se desprende que las reformas financieras puestas en pie por el Gobierno hasta ahora se han quedado cortas, que los recortes no han servido para controlar el déficit y que la gestión de la crisis no tiene credibilidad suficiente como para inspirar confianza en los mercados y en los socios europeos. En este contexto, la financiación recibida debería emplearse para implementar una reforma del sector bancario más ambiciosa, que minimice los efectos negativos sobre la economía. Una reforma que debería acompañarse con una estrategia de crecimiento, porque sin estímulos al crecimiento, el problema del sector financiero español tardará en resolverse.

España está en un proceso de reducción de sus deudas (desapalancamiento) del sector público y, sobre todo, privado que puede durar años. Esto implica que habrá poco margen para que la economía crezca a base de demanda interna. Solo tenemos margen por el crecimiento de la demanda externa, el aumento de las exportaciones y la atracción de inversión extranjera para renovar nuestro tejido empresarial. A esto hay que añadirle otras reformas como la liberalización del sector servicios, la reforma del sector eléctrico o la retirada de las barreras al emprendimiento y a la libre competencia.

El Gobierno debe poner encima de la mesa una estrategia de crecimiento y demostrar que no solo intenta atender lo urgente (la reducción del déficit público y el rescate de los bancos), sino que también se ocupa de lo importante: la transición hacia un nuevo modelo productivo que transforme las fuentes de crecimiento de la economía española y consolide una recuperación económica duradera. De lo contrario, la espiral de ajustes podría condenar a España a una depresión duradera y muy costosa en términos sociales.

Reyes Maroto Illera. Investigadora Sénior del Área de Economía, Sostenibilidad y Bienestar de la Fundación ideas

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