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La mayoría de las universidades han conseguido preservar una programación similar a las de ediciones anteriores

Los cursos de verano se enfrían pero no se congelan

Los programas resisten la crisis, que deja su influjo tanto en el contenido como en la duración de las clases.

Fachada del Palacio de la Magdalena en Santander
Fachada del Palacio de la Magdalena en Santander

Los cursos de verano suponen un escaparate y un lugar donde exponer los avances de todos los ámbitos del conocimiento, tal y como los definió el rector de la Universidad Complutense al presentar la programación de 2012. Por eso, la mayor parte de las cerca de 80 universidades públicas y privadas que imparten clases en España optan por prolongar la actividad académica durante la época estival con una oferta que miman especialmente. Y más este año, en el que la crisis económica se agudiza y deja su influjo en los campus, influyendo tanto en el contenido de los cursos como en su duración -que por lo general se reduce aunque de forma limitada- o en las expectativas de los alumnos.

La mayoría de las universidades han conseguido preservar una programación similar a las de ediciones anteriores aunque los recortes han sido inevitables. Así, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) ofrece este año 153 cursos, un 13% menos que los programados en 2011, mientras que la Complutense ha reducido una semana la actividad veraniega para concentrarla en el mes de julio, incrementando, además, la programación de encuentros y jornadas, de menor duración, en detrimento de los cursos tradicionales de hasta cinco días y, por tanto, más caros. Entre las universidades privadas, la Ramón Llull (URL) de Cataluña ofrece 62 cursos, dos menos que el año pasado, mientras que San Pablo CEU ha optado por cancelar algunas de las actividades que se desarrollan en el extranjero, como la que el año pasado organizó en Pekín, ya que suponen un desembolso mayor a las que se celebran en los campus españoles.

En el otro lado, la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), que dirige su propuesta de Summer School a un público preuniversitario, ha aumentado incluso su oferta con un curso más, debido al incremento de la demanda, que ha pasado de 734 solicitudes en 2011 a 789 para este verano.

Los alumnos siguen respondiendo a la llamada de la universidad. "La asistencia está siendo parecida a la de los último años" calcula Salvador Ordóñez, rector de la UIMP, por cuyas aulas han pasado cada verano más de 7.000 estudiantes. Aunque los cursos no han alcanzado aún su ecuador, el balance de las universidades privadas también es positivo. "La organización considera satisfactoria la matriculación obtenida, teniendo en cuenta el contexto de crisis económica", aseguran fuentes de la URL, que este año se quedará un 15% por debajo de los 1.400 alumnos de la pasada edición.

Los asistentes tienen dos perfiles muy definidos. Este año se ha notado un cierto incremento de jóvenes recién licenciados o alumnos de posgrado que además de mejorar su formación, ven en la universidad de verano una oportunidad para establecer contactos y nuevas relaciones profesionales. Comparten pupitre con profesionales consolidados que quieren profundizar en temas de su especialidad, aprovechando la presencia de ponentes excepcionales.

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