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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La crisis ha hecho ya buena parte del ajuste

La contabilidad nacional elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirma que la economía española ha entrado en la segunda recesión de este ciclo crítico iniciado en el segundo trimestre de 2008, pero da explícitas pistas de que se mantendrá unos cuantos trimestres más en la senda del estancamiento. Ahora acumula ya nueve meses en los que la actividad económica no se mueve en términos constantes o desciende, aunque lo haga a tasas menos violentas de lo que los expertos anticipaban cuando arrancaba el año. Así y todo, anualizando la tasa de variación intertrimestral registrada en los tres primeros meses de este año, tal como hacen en Europa o en EE UU, la economía estaría cayendo ahora a una tasa del 1,2%, ciertamente más moderada de lo que indican otras variables como la inversión en equipo o el empleo asalariado.

Cuatro ejercicios casi completos después de arrancar una crisis que entonces se consideraba poco más que "un resfriado económico", parafraseando el diagnóstico de un banquero, el balance es preocupante por la magnitud de la destrucción de riqueza y en qué variables ha concentrado el daño. Independientemente de que el PIB generado en términos nominales sigue estancado ligeramente por encima del billón de euros, ya alcanzado en 2007, es dramáticamente abultado el daño causado al empleo, con más de dos millones de asalariados sin ocupación, concentrados de forma mayoritaria en la construcción, la industria manufacturera y algunos servicios destinados a la venta.

La contabilidad nacional solo nos recuerda con los datos que la contracción del consumo y la inmersión de los agentes privados, muy abultado en ambos casos por el alto grado de endeudamiento, se ha saldado, como todo ajuste en los periodos críticos en España, por los mismos procedimientos: por vía de la cantidad, en vez de hacerlo por la de los precios. Destruye empleo para tratar de conservar salarios.

El resultado final de este comportamiento perverso es, aunque se trata solo de un trasvase de números, que el peso de las rentas salariales en el reparto de la riqueza nacional ha perdido la supremacía que históricamente ha tenido desde que España alcanzó tasas aceptables de asalarización en su economía. Por vez primera en el primer trimestre de 2012 los excedentes empresariales y rentas de la propiedad tiene un peso más elevado que los salarios. Mientras estos acumulan más de tres años con descensos abultados (un 3,3% en los tres últimos meses), aquellos acumulan periodos de tiempo similares con avances, y con tasas cercanas al 5% en el último trimestre.

El ejercicio natural de esta evolución es una continua recomposición de la productividad nominal del factor trabajo (menos asalariados hacen el mismo producto o parecido), con el consiguiente descenso del coste laboral por unidad de producción, una variable clave para recomponer la competitividad de la economía tanto en el mercado interior como en el externo. España, que siempre ha generado las crisis por el desfase de su balanza de pagos, por la acumulación irracional de inflación en sus bienes y sus servicios, a lo que ahora ha añadido un descomunal y súbito endeudamiento interno, ha comenzado con el ajuste realizado por la crisis a recomponer su competitividad.

Pero esta pérdida de pujanza de las rentas salariales en el reparto de la tarta nacional ha sido muy acelerada en los últimos trimestres, como consecuencia directa de que a la bajada de la ocupación se ha sumado una nada despreciable flexión a la baja de las remuneraciones medias de los asalariados. Ha comenzado, pues, esa devaluación subyacente que la economía inevitablemente tendrá que hacer para recuperarse, habida cuenta de que no existe la alternativa cambiaria que rescató siempre en el pasado a España de sus miserias económicas.

La corrección está a medio camino, aunque lamentablemente haya concentrado más el ajuste en el empleo que en su coste, sacando del mercado a centenares de miles de trabajadores que difícilmente encontrarán alternativa a la construcción residencial. La acumulación de las rentas empresariales es una señal de desequilibrio que debe ser puntual, puesto que tiene que ser uno de los motores que regenere la inversión futura, junto con el ahorro acumulado por estos años de incertidumbre.

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Carlos Rosales

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