"La industria no puede cargar sola con la política energética"
Tras una notable trayectoria en el campo de la inversión en infraestructuras, Béjar vuelve a una industria cementera deprimida por la falta de obras. Su batalla ahora es sacar al sector con vida de las reformas energéticas que se avecinan.
Las ventas de cemento en España cierran el primer trimestre del año con el enésimo retroceso, este de un 31% respecto al arranque de 2011. El mensaje de la patronal Oficemen se repite a lo largo de la crisis: "El sector está en riesgo de desaparecer". Descontado el derrumbe de la construcción, la amenaza del momento es la reforma del sector eléctrico. Los fabricantes se ven asfixiados por una tarifa que "penaliza a la industria pesada con sobrecostes ajenos a la generación y distribución". Juan Béjar, presidente de la mayor cementera del país, Portland Valderrivas, y de la propia Oficemen, reclama protección a través de un modelo energético con precios más competitivos y previsibles a largo plazo.
Es probable que la estimación de consumo de 16 millones de toneladas de cemento en 2012 sea incluso demasiado optimista...
La realidad del sector cementero es grave. Esa previsión ya implicaría una caída en el año del 20% y movernos en cifras de consumo de 1967, cuando la renta per cápita en España era de 4.800 dólares. Esto contrasta con los 45 millones de toneladas de capacidad productiva de las fábricas españolas.
El Gobierno ha reordenado el sector eléctrico por real decreto. ¿Cómo digieren las cementeras la subida de precios?
Solo la electricidad supone entre el 17% y el 20% de los costes de producción. Nuestro problema con la tarifa eléctrica es que la generación y distribución ha pasado de suponer el 72% del importe de la factura en 2005 al 44% actual. Esto se debe a que han ido creciendo los elementos regulados de la tarifa en favor de las renovables, carbón, extrapeninsularidad... España tiene hoy el quinto coste de electricidad más alto de la zona euro.
Reclama que las primas a las renovables desaparezcan de la tarifa
Algunos países del entorno, como Alemania, han elegido un modelo radicalmente diferente al nuestro. La parte de la tarifa que no cubre ni la generación ni la distribución tiene una repercusión inferior al 15% sobre el coste eléctrico total. El apoyo total a las energías renovables y demás aspectos regulados en Alemania supone 35 euros por megavatio, pero a la tarifa eléctrica del sector industrial solo se le cargan 0,5 euros por megavatio. Lo que sucede en España es que estos costes repercuten en la tarifa que se aplica a la industria y eso se traduce en pérdida de competitividad.
Un cambio en ese sentido sería más que impopular.
En España se ha aliviado al consumidor del pago de los sobrecostes en la tarifa eléctrica, pero esta situación tiene un coste para el tejido industrial.
Supongo que ya han trasladado estas inquietudes al Gobierno...
Hay contacto fluido y permanente. A Industria ya le hemos contado nuestra preocupación por cómo será la remodelación definitiva del sistema de tarificación de la energía eléctrica. El incremento de marzo fue del 7% y habrá que ver lo que viene ahora. Nosotros pretendemos que la tarifa del sector industrial se base en un modelo similar al alemán. Esto supone que se nos traslade realmente el coste de generación y distribución de la energía eléctrica. Además, necesitamos un formato que nos permita contratar a largo plazo. En España pagamos una de las energías más caras de Europa, con precios que no son previsibles a medio y largo plazo.
¿Pero está la economía como para acercarnos al modelo alemán?
Lo que no funciona y es un grave error es que los sobrecostes de la política energética los pague solo el sector industrial. No podemos cargar con ello. La pregunta es si queremos que permanezcan nuestras fábricas o no.
¿Quién debe pagar entonces esos elementos adosados a la tarifa?
Eso corresponde a decisiones de inversión en política energética a largo plazo y solo digo que no deben recaer en la industria. De otro modo, el cemento que hoy se produce en Andalucía se hará en Marruecos y los automóviles que hoy fabricamos en España se harán fuera.
Desde su posición de primer ejecutivo de una cementera como Portland Valderrivas y de presidente de la patronal Oficemen, ¿ve un riesgo cierto de deslocalización?
Eso ya está sucediendo. Debido al problema de competitividad que le comento no somos capaces de exportar hoy las mismas toneladas de cemento que exportábamos hace unos años. España llegó a vender fuera más de diez millones de toneladas de cemento y ahora mismo, que es cuando más necesitamos colocar nuestra capacidad de producción en el exterior, no llegamos a cinco millones de toneladas anuales. El cemento ya es un producto que viaja mal, pero los costes adicionales nos restan posibilidades.
¿Veremos soluciones drásticas entre las cementeras?
El reajuste de la capacidad de producción es difícilmente evitable. La ecuación no sale con una fuerza productiva de 45 millones de toneladas al año.
¿Dónde cree que se estabilizará el consumo español de cemento?
En una situación normalizada, con un nivel de construcción de 300.000 viviendas anuales y unos presupuestos de obra pública estables, el mercado lógico en España debe estar entre los 25 y los 30 millones de toneladas.