El nuevo dilema de la UE: crecimiento o crecimiento
Europa comenzó el año 2012 sumida en un terrible dilema: austeridad o crecimiento. Cinco meses después, con las principales economías del continente en recesión (o casi) y la tasa de paro en cifras récord tanto en la UE como en la zona euro (10,2% y 10,8%, respectivamente), el dilema sigue siendo terrible pero ha mutado su presentación.
Ya nadie duda de que la apuesta debe ser por el crecimiento. Pero se mantienen las discrepancias sobre cómo lograrlo y si debe conllevar o no una relajación de la disciplina presupuestaria.
La nueva orientación del debate se puso ayer de manifiesto en la cumbre empresarial organizada en Bruselas por la patronal europea BusinessEurope. "El debate sobre el crecimiento ocupa hoy el escenario central en toda Europa, y es como debe ser", señaló ante los empresarios Herman Van Rompuy, presidente del Consejo de la UE.
En ese mismo foro se escucharon voces inequívocas a favor de una nueva estrategia contra la crisis, como la del primer ministro belga, el socialista Elio di Rupo. "Más allá de la disciplina presupuestaria", dijo Di Rupo, "la clave está en cómo relanzar el crecimiento y poner a Europa en la vía de la prosperidad".
A nadie se le escapa, desde luego, que ni Van Rompuy ni Di Rupo llevan la voz cantante en Europa. Pero las intervenciones de los dos belgas reflejan un cambio de tendencia, al menos sobre el papel. Y el hecho de que alguien como Van Rompuy, siempre sumiso a las tesis de Berlín, comience a modular su discurso, indica que las veletas perciben que el aire sopla en otra dirección.
Solo 24 horas antes, en el Parlamento Europeo, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, también se atrevía a reclamar "un pacto europeo por el crecimiento" tras comprobar que su reciente premonición, de que lo peor de la crisis había pasado, se ha convertido en el enésimo error de cálculo de las autoridades europeas.
La lectura más cínica de este repliegue de los Eduardos-manos-tijeras de la austeridad apunta a una recolocación táctica en previsión de lo que ocurra en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas (6 de mayo). Los líderes comunitarios como Van Rompuy o Draghi se estarían congraciando por adelantado con un Elíseo que, gane quien gane, parece dispuesto a exigir a Berlín medidas suplementarias al rigor fiscal.
La ambigüedad de las declaraciones de Bruselas o Fráncfort abona esa tesis. Van Rompuy se cuidó ayer de precisar que "el saneamiento presupuestario es un prerrequisito para el crecimiento sostenible". Y añadió que "nuestro trabajo en aras de la estabilidad presupuestaria y financiera todavía no ha concluido". En cuanto a la proclama de Draghi a favor del crecimiento se basa tanto en reformas estructurales, y no en estímulos fiscales, que Alemania se mostró ayer totalmente de acuerdo con el italiano.
Pero ni siquiera las interpretaciones más precavidas pueden negar del todo el cambio de rumbo. "La discusión sobre la nueva estrategia ha comenzado", señala un alto cargo comunitario. "Pero todavía tiene que madurar y concretarse en medidas concretas". Aunque la misma fuente reconoce que sigue sin resolverse la duda principal: "¿De dónde vendrá el crecimiento?".
A esa interrogante se suma otra mucho más acuciante y difícil de contestar: ¿cómo se financiaría una política más expansiva?
Las fuentes consultadas descartan un giro radical en la estrategia seguida hasta ahora. Y ni siquiera contemplan opciones tan temidas en Alemania como una deriva inflacionista o un mayor intervencionismo del BCE.
A lo que más se podría llegar, con la aquiescencia de Berlín, sería a un tratamiento diferenciado de la situación presupuestaria de cada país. En ese caso, ni España ni los países rescatados dispondrían de mucho más margen que en la actualidad. "Esos países no se recuperarán si no ponen orden en sus cuentas públicas aunque a corto plazo resulte doloroso", zanja una fuente comunitaria.
Pero otros países, en particular Alemania, podrían incentivar la demanda interna para contribuir a la recuperación del resto de la zona euro. La incógnita, en ese sentido, es el horizonte electoral de Angela Merkel, que afronta su reelección en 2013 como muy tarde. ¿Intentará atraer votos con una relajación del gasto o con un compromiso de rigor fiscal?
A la espera de que la canciller se decida, se manejan ya otras posibilidades. Algunas de orden simbólico, como la adopción de un Pacto del Crecimiento ligado al Pacto del Euro que exigió la incorporación del compromiso con el déficit cero a las legislaciones nacionales.
Y otras más concretas, pero de alcance relativo, como la ampliación en 10.000 millones de euros de los recursos del Banco Europeo de Inversiones para aumentar su capacidad de préstamo en 60.000 millones. No faltan, por último, las típicas iniciativas comunitarias con un presunto impacto en el crecimiento poco discernible fuera de Bruselas, como la apuesta por enésima vez por una patente europea o por la profundización del mercado interior.
Por desgracia, en la carta remitida ayer por Van Rompuy a las capitales europeas para anunciarles la posibilidad de una cumbre sobre el crecimiento en forma de "cena informal", solo se hace referencia a esas últimas medidas bruselenses tan queridas por la nomenclatura comunitaria.
La cena pretende ser las respuesta de Bruselas al resultado de las elecciones en Francia. Y según fuentes de la UE, la fórmula ideada sirve gane quien gane el 6 de mayo. Si se impone Hollande, la discusión sobre el crecimiento se pondrá en marcha sin esperar a que él socialista la plantee. Si gana Sarkozy, el debate se podrá presentar como complementario a los planes de austeridad de Berlín secundados por el presidente francés saliente.
El cálculo diplomático parece que se ha hecho al milímetro. Pero su resultado práctico no está tan garantizado. En enero ya se convocó una cumbre dedicada expresamente al crecimiento y al empleo. Cinco meses después la cola del paro europeo ha aumentado en casi un millón de personas. Y ya alcanza los 24,5 millones en la Unión Europea que reclaman algo más que cumbres europeas.