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Columna
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Reino Unido no desatará el pánico

La vuelta de Reino Unido a la recesión podría confirmarse como un accidente estadístico. Pero también es un reflejo de las batallas que persistirán. El Gobierno y el Banco de Inglaterra (BoE) deberían evitar un pánico que solo haría que la lucha del país vaya a peor.

La recesión podría ser un problema pasajero. La caída del 3% en la producción en el sector de la construcción parece un tanto difícil. La evolución del PIB en el primer trimestre hubiera sido plana sin ese dato. Las revisiones podrían eliminar la anunciada caída del 0,2% del PIB, que ha seguido a la del 0,3% del anterior trimestre. La debilidad económica aún es una realidad y el Gobierno tendrá que hacer frente a los ataques de la crítica. Sus políticas de austeridad han contribuido. Es imposible recortar 410.000 empleos públicos en dos años sin aumentar el desempleo y la debilidad en el gasto en consumo.

Pero el Gobierno tiene buenas razones para ser austero. Su déficit fiscal es del 8,3% del PIB. En la UE solo España, Grecia e Irlanda están en una peor situación. La enorme compra de deuda del BoE, 325.000 millones de libras, ha ayudado a mantener baja la rentabilidad de sus bonos. Eso puede sugerir que el Gobierno podría gastar más, pero esas cifras también engañan. La deuda británica, como la deuda en Europa, está en una espiral y necesita contención. Y la impresión de libras puede contribuir a la inflación, que daña al crecimiento.

Europa es la otra batalla. La recesión está oprimiendo las exportaciones y el crecimiento. La debilidad continental es sistémica y no coyuntural. Hasta que el futuro del euro se esclarezca, los negocios europeos no invertirán y los consumidores estarán temerosos. Y los bancos británicos son vulnerables a las pérdidas si todo acaba con algunos países fuera del euro. Dada la austeridad doméstica y la crisis continental, Reino Unido no crecerá rápido. Pero no justifica un cambio de rumbo en el Gobierno.

Por Ian Campbell

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