Ruta para volver directo al pasado
Doce pueblos de la Península se han unido como referente del legado medieval dando lugar a más de 1.500 kilómetros de historia viva
Imagine un camino que partiendo del País Vasco llegue hasta Extremadura y se cuele en la vecina Portugal, uniendo poblaciones que poco tendrían que ver entre ellas. Un recorrido que parte del Cantábrico, pasando por tierras zaragozanas, hasta la Serranía de Guadalajara o las tierras manchegas de Consuegra. La Red de Villas y Ciudades Medievales (www.villasmedievales.com) ha vertebrado 1.500 kilómetros de historia, uniendo 12 localidades cuyo nexo común es guardar la esencia del Medievo.
Un viaje al pasado sin salir de nuestro país. La forma ideal para los amantes de la historia de recorrer algunos de los rincones que aspiran a convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Diez poblaciones privilegiadas: Fuenterrabía (Guipúzcoa), Laguardia (Álava), Estella (Navarra), Sos del Rey Católico (Zaragoza), Almazán (Soria), Sigüenza y Pedraza (Segovia), Consuegra (Toledo), Coria (Cáceres) y Olivenza (Badajoz), además de Vila Viçosa y Marvao en Portugal. A todas estos pueblos les une también una gran actividad cultural, que se complementa con una amplia oferta hotelera que va desde el establecimiento más lujoso hasta posadas y hostales que aún guardan el sabor de la tradición.
Desde la agencia de viajes online Rumbo proponen recorrer esta ruta y ofrecen hospedaje desde 60 euros la noche. En todas ellas, además de perderse por calles estrechas, entre murallas y castillos, se pueden degustar manjares típicos y recuperar sabores de antaño.
Piérdase por la historia y deguste platos típicos
El punto de partida de este largo recorrido, la guipuzcoana Fuenterrabía, acerca al viajero a una villa de sabor marinero y gastronomía reconocida a nivel internacional. Su casco histórico, declarado conjunto monumental y el castillo sobre el Bidasoa, fundado por el rey Sancho de Navarra en el siglo X, reconvertido en Parador Nacional, hacen las delicias de aquellos que anhelan los sabores del Cantábrico.
En otra de las paradas, Sos del Rey Católico, los amantes de la tradición pueden pasear en la cuna de, entre otros grandes personajes, Fernando II de Aragón, el mismísimo Rey Católico (de ahí el nombre de la localidad). Quien se decante por esta villa podrá descansar también en el Parador Nacional y disfrutar de vistas a su entorno natural.
Siguiendo la ruta, merece la pena parar en Pedraza. Esta localidad, famosa entre los turistas madrileños de fin de semana, posee un conjunto arquitectónico único. Viejas casonas blasonadas y restaurantes típicos que hacen las delicias de sus visitantes. Además, en el mes de julio, sus calles se adornan con más de 40.000 velas que iluminan las noches de verano. Aquí, nada mejor que descansar bajo el techo de una de esas casas señoriales rehabilitadas. Así se hará en el Hotel de la Villa, un establecimiento con todas las comodidades de un moderno establecimiento, pero con la esencia de la tradición en sus muros.
Adentrándose en esta ruta imaginaria, en la provincia de Guadalajara se atisban ya las tierras que pisó el Cid Campeador. En Sigüenza, el viajero vuelve a encontrarse con tres culturas que dejaron su legado (romanos, visigodos y musulmanes) y con la esencia de la ciudad defensiva que fue en la Edad Media. Dejando atrás los molinos de Consuegra, en tierras toledanas y su estrecha relación con Cervantes y El Quijote, llegamos casi al final del camino. Ya en Cáceres, Coria da la bienvenida al visitante con su imponente catedral de Santa María y el orgullo de haber sido marquesado de la Casa de Alba.