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Balance 2011. Reestructuración de la banca

El ladrillo que tumbó al sector más solvente del mundo

Más provisiones y un 'banco malo' de suelo son la fórmula del Gobierno para propiciar que fluya el crédito

Si cae la banca, cae el país. Hasta hace apenas tres años esta tesis parecía más una lección de economía que había que aprender que una realidad, por lo menos en España, donde se presumía de tener el sistema financiero más solvente del mundo. La enorme burbuja de las hipotecas basura, conocidas como subprime, pasó de puntillas por el sector bancario del país.

Pero las entidades financieras españolas tenían su propia bomba de relojería en sus balances, una elevada financiación inmobiliaria que se había hinchado como un globo. En el boom inmobiliario y hasta 2008 se construían alrededor de 700.000 viviendas al año en el país. Ahora no llegan a las 100.000. Solo era cuestión de tiempo que estallara. Y estalló en el peor momento, en los inicios de una crisis económica que no ha hecho más que crecer desde entonces y aún no ha tocado fondo. Nadie había contemplado un escenario en el que, si caía la construcción, se produciría un efecto dominó que provocaría la caída de la banca.

El crédito a promotores llegó a subir hasta el 50,6% en diciembre de 2006, para comenzar un descenso en picado que parece no tener fin en los próximos dos o tres años. Cada mes el dato comparativo es peor que el anterior.

Los activos adjudicados de la banca pueden superar en breve los 150.000 millones de euros, el equivalente al 15% del PIB

El pasado mes de septiembre la caída de la financiación a la actividad inmobiliaria era del 5,2%. Por el camino se han quedado las cajas de ahorros, sector que se ha transformado en bancos, con la excepción de dos, las más pequeñas: Ontinyent y Pollensa. Hace algo más de una década, un informe de BBV (aún no era BBVA), auguraba ya la muerte de las cajas de ahorros. El informe se titulaba Morir de éxito. Y los malos presagios se han cumplido. El flujo del crédito hacia la economía real también ha reventado. No hay financiación porque no hay demanda, según los bancos, y no hay demanda porque no hay financiación ni actividad económica, según los empresarios y las familias. Esta sequía crediticia, que no solo afecta a España -toda Europa busca medios para financiarse-, no logra encontrar un pozo donde saciar su sed, pese a las ayudas del BCE.

El descenso del crédito no ha afectado solo a los promotores, sino que ha salpicado a todos los sectores de la economía. En 1995 los préstamos destinados a las empresas y familias españolas crecían al 6,2%. En mayo de 2006 el aumento llegó a ser del 28,9%. En febrero del pasado ejercicio la caída era del 2,2%. Entonces comenzó un tímido repunte -los llamados brotes verdes- que fueron más un espejismo que una realidad, ya que en enero del presente año el crédito remontó para mejorar un 0,6%, pero desde entonces no ha hecho más que desplomarse nuevamente. En octubre el descenso era del 2,5% y la morosidad, impulsada principalmente por el sector promotor, llegaba a los 130.000 millones de euros, el 7,4% del total del crédito.

Problema sin resolver

Se suponía que tras la reconversión más importante de la historia sufrida por el sector financiero, llevada a cabo entre 2010 y 2011, el problema iba a desaparecer. Pero los balances de las entidades financieras en general, y de las cajas en particular, siguen acumulando ladrillo o suelo derivado de los créditos impagados provenientes de los años del boom inmobiliario.

"Las entidades financieras siguen acumulando activos cada vez más ilíquidos (suelo principalmente) y con un importante consumo de recursos propios. Si la situación continúa, el crédito no volverá a fluir", explica un directivo de una destacada caja de ahorros -banco ahora-. Por ello, y tras casi tres años dando vueltas para buscar la mejor solución y sanear al sector, el nuevo Gobierno vuelve a plantear una segunda oleada de fusiones y la puesta en marcha de algún instrumento que palíe la continua entrada de activos tóxicos en la banca. La creación de un banco malo para el suelo parece una de las opciones ahora aupadas por los expertos y despreciada hace casi tres años por casi todo el mundo financiero español. Eso sí, su denominación técnica será cualquiera menos banco malo.

El objetivo es crear un instrumento financiero que permita segregar los activos inmobiliarios adjudicados de los balances de las entidades financieras para que no contaminen la actividad puramente financiera de la banca. De esta forma se supone que se liberarán recursos que se destinarán a la concesión de nuevo crédito a la economía.

La banca española acumula 176.000 millones de euros de activos inmobiliarios problemáticos (pisos adjudicados, créditos dudosos y bajo vigilancia a promotores). Esta cifra representa el 52% de la exposición total a promoción inmobiliaria, según datos del Informe de Estabilidad Financiera del Banco de España correspondiente a noviembre.

Si la cifra puede resultar preocupante, más puede serlo el ritmo al que las entidades están digiriendo estos activos. En un año solo se han reducido en 4.800 millones de euros, lo que representa un 2,6%. Hay provisiones para cubrir el 33% de estos activos dañados. Otro dato. Desde que se inició la reestructuración del sector la banca ha realizado saneamientos por importe de 105.000 millones de euros que han salido de su cuenta de resultados principalmente, pero que ahora se revelan insuficientes.

Una de las principales causas que provocó la intervención de Caja del Mediterráneo (CAM) en julio pasado fue precisamente el elevado peso de los activos inmobiliarios de riesgo en su balance. Lo mismo ha sucedido con Banco de Valencia, por mencionar dos entidades intervenidas en los últimos meses. Santander, BBVA, Popular o Sabadell son contrarios a la creación de un banco malo para sanear sobre todo a las cajas de ahorros, las más afectadas por la crisis inmobiliaria. Bankia, mientras, es la entidad que más defiende esta alternativa. No en vano, es el grupo con más activos adjudicados. Es la principal inmobiliaria del país. Unicaja también defiende esta vía, sobre todo para segregar los activos tóxicos de Caja Duero y España.

El nuevo Gobierno ha comenzado a desvelar cómo va a sanear el sector. Su principal arma serán las fusiones. Tiene previsto también crear un banco malo solo para suelo, siempre que Bruselas apoye la iniciativa con ayudas para que el coste no compute como déficit público. El suelo es el activo más ilíquido que posee la banca. En total, 30.000 millones de euros en suelo adjudicado pero de difícil salida y de valor prácticamente nulo en la actualidad. También pedirá fuertes descuentos, del 20% de media, sobre la tasación de los activos inmobiliarios adjudicados, lo que acercará más el precio de estos inmuebles al valor real del mercado. Esta medida provocará el reconocimiento de importantes pérdidas latentes para las entidades que podrán cubrir con provisiones en varios casos, pero que en su mayoría necesitará acudir al mercado para recapitalizarse, si es que pueden.

El importe total de activos adjudicados en poder de las cajas es de 50.000 millones, entre los que se encuentra el suelo, casi la mitad de esta cifra. Y sigue en aumento, ya que continúan produciéndose adjudicaciones y daciones en pago. Fuentes del sector, de hecho, calculan entre 100.000 millones y 150.000 millones los activos adjudicados del sistema al final de este proceso, lo que equivale a entre un 10% y un 15% del PIB español. A junio, la cifra ascendía a 70.000 millones, según el Banco de España.

La idea del Gobierno es que se adopte la solución que se adopte, las ayudas para sanear el sector impacten en el déficit público. El modelo a seguir será el aplicado en CAM. El Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) aportó ayudas por el 80% de las posibles pérdidas que afloren en la entidad en los próximos 10 años, mientras que el 20% corresponden a Sabadell, adjudicatario de la entidad.

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