El sueño de Europa
Nació para crear una potente área económica, con el único arma de la política monetaria. Diez años después de su puesta en circulación, la moneda común vive su momento más difícil
Ha sido la apuesta más ambiciosa en la historia reciente europea. Una moneda única para que las empresas pudieran comprar y vender en un área de 330 millones de consumidores -entonces el mayor mercado del mundo- sin pensar en el tipo de cambio. El sueño de crear un área económica suficientemente amplia y poder competir con monedas consagradas como la libra y el yen, pero sobre todo con el dólar, que reinaba en los mercados desde la caída del patrón oro. Todo un desafío. ¿Cómo se podía crear una unión monetaria entre países tan dispares? Tras unos primeros años de vida fáciles, en 2008 la crisis sacó a la luz las enormes diferencias entre sus Estados miembros. Finalmente, este año se ha enfrentado a pruebas de fuego impensables. En estos momentos se cuestiona desde su ruptura hasta su supervivencia a dos velocidades. A los 10 años de su entrada en circulación, el futuro del euro es más incierto que nunca.
La moneda oficial en 17 de los 27 Estados miembros de la Unión Europea fue un proyecto político. Europa empezó a pensar en una moneda única en los años setenta, cuando el sistema monetario internacional, construido 45 años antes en Bretton Woods, empezaba a desmoronarse. No pasó de experimento, pero en 1979 se ponía en marcha otro más ambicioso, el Sistema Monetario Europeo (SME). El objetivo era unir las monedas europeas y prevenir grandes fluctuaciones entre sus respectivos valores, gracias a un mecanismo de tipos de cambio. El valor de referencia era el ecu (unidad de cuenta europea), que consistía en una cesta de todas las monedas de los Estados miembros. La crisis financiera con sus típicos ataques especulativos dio al traste con el proyecto. Lejos de rendirse, los líderes europeos decidieron dar un nuevo impulso a la unión monetaria e introducir una nueva moneda.
En el Consejo Europeo de Madrid de junio de 1989 se adoptó un plan para la Unión Económica y Monetaria -que se incorporaría al Tratado de Maastricht en 1991-, en el que se aprobaron las tres etapas que deberían llevar a la unión monetaria. La primera eliminaría las barreras a los movimientos de capital entre los Estados miembros el 1 de julio de 1990, la segunda crearía el Instituto Monetario Europeo el 1 de enero de 1994 y la tercera, el 1 de enero de 1999, con la transferencia de la política monetaria al BCE y finalmente la introducción del euro.
Las divergencias de inflación y crecimiento entre países que preocupaban a los críticos han acabado explotando
Compleja tarea. No es de extrañar que el nobel Milton Friedman vaticinara que no duraría más de cinco años. Los expertos, especialmente del otro lado del Atlántico, difícilmente concebían que pudiese haber una moneda común sin un Gobierno federal común y un presupuesto federal que hiciese frente a los choques asimétricos de países miembros tan dispares, como existían en Estados Unidos.
Y, sin embargo, el 1 de enero de 2002 el euro se convirtió en la nueva moneda de más de 300 millones de ciudadanos en 12 países: Francia, Portugal, Italia, Alemania, Grecia, Austria, Bélgica, Países Bajos, Finlandia, Luxemburgo y España, que despidió a la peseta después de 131 años de servicio. En los últimos cinco años, el euro ha pasado a ser moneda legal en Eslovenia, Chipre, Malta, Eslovaquia y Estonia.
Sus ventajas: inflación moderada, volatilidad limitada de los tipos de interés y desaparición del riesgo de tipo de cambio. "El euro presenta ventajas increíbles, especialmente para los periféricos, pero también incovenientes, de los que se olvidaron en un periodo casi idílico como el de los últimos 10 años", observa José Luis Martínez, estratega de Citi en España.
Al final, las divergencias en términos de inflación y crecimiento en los países de la Unión Monetaria de las que tanto desconfiaban los críticos han terminando explotando. "Parecía que cumpliendo con los criterios de Maastricht sería suficiente", apunta Jordi Fabregat, profesor de Finanzas de Esade. Este profesor echa la vista atrás para identificar algunos errores: el excesivo endeudamiento de las economías, la ampliación de la zona euro y de la UE sin haber consolidado el proyecto...
Mirar al futuro, en cambio, es más difícil. La recesión presenta nuevos retos para los líderes europeos. El primer paso será reducir el déficit, recuerda el profesor de Esade, porque sin hacerlo las economías no podrán seguir endeudándose. En su opinión, la barra libre de liquidez del BCE será una gran ayuda. Sin contar con otra gran incógnita, ¿qué va a pasar con Reino Unido?
Decía el presidente francés que el euro tendrá que refundirse y rediseñarse. Nació como un proyecto político y con voluntad política se mantendrá. En el camino probablemente quedarán países rezagados, aunque mejor las diferentes velocidades que su ruptura, coinciden los expertos.
Como señala José Luis Martínez, "el futuro pasa por retomar sus fundamentos políticos, reforzarlo para que sobreviva, lograr una mayor convergencia fiscal al mismo tiempo que se consolida la mayor coordinación política. Si no se hace nada de esto, el euro puede sobrevivir. Pero con sobresaltos, siempre al límite y siempre temiendo la posibilidad de un accidente".