Final con suspense
Hay un conocido refrán que dice que a la tercera va la vencida. Ojalá que esta vez se cumpla, ya que tras los fracasos de las dos últimas reuniones del Eurogrupo para resolver la crisis de la deuda soberana, todas las esperanzas están puestas en la próxima cumbre del 8 y 9 de diciembre. Las decisiones entonces adoptadas son papel mojado ya que ni las propuestas de reforma del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera ni la quita voluntaria de la deuda griega han servido para nada. No hay más que ver los tipos de interés a los que varios países están colocando su deuda y el cierre de los mercados mayoristas de financiación bancaria para constatar que la situación actual es insostenible.
La crisis de la deuda soberana ha demostrado que construir la eurozona exclusivamente en base a una integración financiera solo puede funcionar en épocas de bonanza y que se desmorona rápidamente en situaciones de crisis como la actual. Las enormes desigualdades existentes en las finanzas públicas de los países de la eurozona demuestran que sin convergencia fiscal no es posible avanzar hacia la construcción de un mercado único, y para lograr esa convergencia es necesario ceder soberanía nacional.
A estas alturas de la película es muy difícil predecir cuál puede ser el final ya que los principales actores han cambiado en más de una ocasión de papel. Alemania siempre se ha mantenido firme en su férrea posición de exigir más compromisos a los países deudores, desterrando una y otra vez la posibilidad de que el Banco Central Europeo (BCE) adquiera mayor protagonismo en su papel de prestamista de última instancia, interviniendo en los mercados secundarios de deuda pública. Y Francia, principal actor secundario, ha sido más flexible en sus planteamientos, si bien conforme avanza la película ha ido acercando posiciones a Alemania.
Mi impresión es que la estrategia de Alemania ha sido tensar la cuerda lo máximo posible para obligar a los indisciplinados a aceptar sus condiciones, para en última instancia dar su brazo a torcer respecto al papel del BCE. Es en este contexto en el que se circunscribe la propuesta conjunta Merkel-Sarkozy de un nuevo tratado que imponga fuertes sanciones a los socios que no cumplan con el compromiso de déficit. Además de la importancia de la disciplina fiscal para dar mayor credibilidad a la sostenibilidad de la deuda, el actor revelación al final de la película debe de ser el BCE, con su capacidad ilimitada de expandir la oferta monetaria, interviniendo en los mercados secundarios e inyectando liquidez en los bancos, y apoyando de esta forma la estabilidad financiera y el crecimiento. Desgraciadamente, es en este punto en el que existen más desencuentros entre Alemania y Francia, pero mi apuesta es que Alemania acabará cediendo una vez logre los compromisos que exige en términos de cesión de soberanía fiscal. Además, Alemania debe de ser consciente que la crisis de la deuda puede transformarse en bancaria, por lo que es conveniente que el BCE contribuya a solventar la primera en beneficio de los sectores bancarios.
De momento, lo más rápido es implementar una rebaja de los tipos de interés y la aprobación de subastas extraordinarias de liquidez a plazos más largos para desatascar el obstruido grifo del crédito bancario. Y para prueba un botón: según la última encuesta del BCE sobre el acceso de las empresas a la financiación, el 24% de las pymes españolas señala que su principal problema es el acceso al crédito bancario, solo por detrás de la dificultad que supone encontrar clientes.
Lo que está claro es que los excesos cometidos por muchos países europeos en la anterior etapa de expansión en términos de endeudamiento va a exigir importantes sacrificios en los próximos años para cumplir con los objetivos de déficit propuestos. En Italia lo acabamos de ver con lloros incluidos en los ojos de una ministra, y en España lo vamos a ver en breve con la tijera del gasto, tanto en el Estado como en las comunidades autónomas, algunas de las cuales están a la espera de que la poda la inicie el nuevo Gobierno.
El grave problema es que la austeridad que exigen los mercados y que va a ser la piedra angular sobre la que se sustente el nuevo tratado pueden suponer un shock brutal sobre el crecimiento del PIB y del empleo. Y en el caso de España, ya se ha plasmado en una drástica revisión a la baja del crecimiento previsto del PIB para 2012 (con una tasa negativa del 0,5% según Funcas) y el aumento de la tasa de paro prevista hasta niveles del 23%. Desgraciadamente, como la austeridad viene impuesta desde fuera y tiene carácter general en Europa, lo único que puede hacer España es acometer las reformas tanta veces comentadas y todavía pendientes en el mercado de trabajo, en el sector público (se ha dado un primer paso con la reforma constitucional que fija un techo al déficit) y en el sector bancario. Solo de esta forma será posible crear empleo cuando regrese la demanda. De momento, ni está ni se la espera.
Joaquín Maudos. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador del Ivie