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Columna
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Un mercado laboral en transformación

Los servicios públicos de empleo registraron, en el mes de noviembre, un aumento de 59.536 personas en situación de desempleo (+1,37%) y sitúa la cifra total en 4,4 millones de desempleados, con un incremento en los últimos 12 meses del 7,5%. Por otra parte, y referente a las prestaciones por desempleo, la cuota de cobertura se sitúa del orden del 70% de los desempleados con protección económica.

La desfavorable evolución del empleo lleva a que desde diversos sectores de la sociedad, de cara a una nueva legislatura, se reclame una nueva reforma laboral para hacer frente al elevado desempleo. Hoy negar la crisis es prohibir toda perspectiva de futuro. Del mismo modo que José María Aznar, en 1997, el nuevo Gobierno tiene como una de las prioridades una reforma del mercado laboral, con el objetivo de crear empleo, que debe basarse en el diálogo social, ya que nunca ganaremos la batalla de la crisis sin los agentes socioeconómicos.

Los Estados miembros de la Unión Europea están comprometidos en políticas de reducción de déficits para conseguir el 3% del PIB en materia de déficit público, según se establece en el pacto de estabilidad y crecimiento. Pero para aquellos Estados cuyas finanzas públicas están más deterioradas, representa un esfuerzo de consolidación presupuestaria sin precedentes en un periodo muy corto de tiempo. Todo ello conlleva el riesgo de disminuir el crecimiento económico, como así está sucediendo, si el consumo y la inversión privada no toman el relevo por la falta de inversión de los socios comunitarios. De este modo, los Gobiernos, al tomar la decisión del rigor presupuestario, están frenando la recuperación económica. Es una evidencia que la austeridad en su conjunto es negativa para la creación de empleo.

Además, aunque algunos piensen lo contrario, la estructura del mercado laboral no es semejante a la de 1996. Sí son semejantes las tasas de paro. En 1996 existía una tasa de paro del 22,9% y hoy es del 21,6%. Pero en 15 años, la economía y el mundo del trabajo han cambiado mucho (organización y tiempo de trabajo, utilización de las nuevas tecnologías han transformado nuestras vidas) y en este universo de cambios sería extraño que el empleo no haya evolucionado. Hoy, si quieres quedarte como estás, tienes que correr muy rápido y si quieres avanzar, tienes que correr 10 veces más rápido.

Entre 2006 y 2011 el aumento del empleo global (6 millones de empleos), con una tasa de actividad mucho mayor (incremento de 11 puntos porcentuales, hasta situarse en el 60,1%), ha venido acompañado de cambios sustanciales por sectores. El crecimiento del empleo asalariado en el sector servicios ha ido a la par con la feminización del empleo en este sector (17 puntos porcentuales aumenta la tasa de actividad). Así, en 1996 la agricultura representaba el 9%; industria, el 20%; construcción, el 9%, y servicios, el 62%. Hoy la agricultura ha pasado a ser el 4%; industria, el 14%; construcción, el 7%, y servicios, el 75%. De lo que se deduce que si evoluciona el mercado de trabajo, el diseño de las políticas de empleo y las estrategias a emplear tendrán que ser distintas. Por consiguiente, una crisis estructural, como la actual, necesita respuestas estructurales.

Por último, quiero resaltar que una reforma laboral por sí sola no crea empleo. Puede ser una condición necesaria, pero nunca suficiente, para la creación de empleo. En todo caso, nos sitúa en mejores condiciones ante un futuro incremento de la actividad económica que demande empleo. Es imposible salir de la crisis sin más crecimiento y sin crecimiento no se puede crear empleo. Con tasas de crecimiento inferiores al 1%, como las anunciadas por la OCDE, es muy difícil la creación de empleo. El mayor problema de España no es nuestra deuda pública, inferior a la media de la zona euro.

Es de mi opinión considerar que el problema es encontrar aquellas actividades económicas que asuman el relevo de la construcción, que ha representado una parte muy importante del PIB durante un largo periodo de tiempo. Si no encontramos subsectores de actividad de sustitución, no crearemos empleo. Y sin crecimiento adecuado, no hay empleo. ¿Qué actividades económicas?, ¿con qué cualificaciones?: ese es nuestro gran problema, pero nuestro gran reto de futuro.

Vicente Castelló. Profesor de la Universidad Jaume I de Castellón

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