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Pagar por prestar dinero, como en la Gran Depresión

"Vemos cómo el dinero se acumula, tiene dificultades para encontrar inversiones seguras, los tiposde interés bajan más bajo que nunca, el dinero está disponible en grandes cantidades para cosas que son obviamente seguras, poer no para cosas que son, de hecho, seguras y que lo serían en unas condiciones normales pero que ahora son sospechosas a ojos de los prestamistas".

La cita es de 1931, de D. M. Frederiksen, de la Harvard Business Review, y está incluida en uno de los más conocidos estudios hechos por Ben Bernanke sobre la Gran Depresión, que se puede consultar aquí. Pero se ajusta como un guante a la situación actual. El tipo de interés de la deuda de Alemania y Estados Unidos a seis meses es negativo, es decir, los inversores pagan por prestar dinero a estos países. La deuda de Suiza disfruta de tipos negativos a plazos de hasta dos años, y a cinco solo paga el 0,145%. No hay escasez de dinero; al contrario, hay mucho, pero se va todo al mismo sitio.

Otro indicador, los depósitos interbancarios overnight (de un día para otro en el BCE) se han disparado hasta 300.000 millones de euros el miércoles, pese a que el BCE paga un 0,5% y el tipo interbancario a ese plazo, el Eonia, está en el 0,736%, y que a este plazo el único riesgo es que el banco al que se presta el dinero quiebre esa misma noche.

Bernanke, en su tesis, explica cómo uno de los efectos que hizo derivar la crisis financiera en la Gran Depresión fue la obsesión de bancos e inversores por tener única y exclusivamente activos seguros, lo que ejemplifica a través del diferencial entre la rentabilidad de la deuda del Tesoro y la de los bonos privados Baa. Alcanzó 8 puntos porcentuales, cuando en la crisis de 1992 no superó los 3,5. Resulta un tanto familiar.

En estas condiciones, da bastante igual dónde estén los tipos de interés de referencia o cuánto dinero inyecte en el sistema el banco central de turno. La preservación del capital es el único factor del mercado, lo que hace inútiles los mecanismos tradicionales. No es una cuestión de dinero, sino una cuestión de confianza. 

Richard Koo, estratega jefe de Nomura, apunta en la misma dirección: "Cuando el sector privado intenta minimizar sus deudas a pesar de unos tipos de interés ultra-bajos, la oferta monetaria no aumenta sin importar la expansión monetaria que decida el Banco Central. Y si no aumenta la oferta monetaria, no puede haber inflación". Koo calcula que el Banco Central Europeo ha inyectado 1,3 billones de euros, y que podría duplicar su inyección de dinero sin sufrir inflación, según la experiencia de EE UU y Japón, lo que permitiría comprar bonos de forma masiva y acabar con la crisis de la deuda que está laminando casi toda Europa y amenazando al euro. El crédito no se recuperaría de inmediato, sería una medida extraordinaria para salir de una situación también extraordinaria y volver a la normalidad. Pero se evitaría una depresión de larga duración.

Pero el BCE parece haber tenido otras prioridades. Básicamente, fijar la agenda política, cambiando gobiernos si es necesario, y, según explican aquí, ha actuado a largo plazo, forzando una reforma de las instituciones europeas, que ojalá llegue la semana que viene. No estoy del todo de acuerdo con este punto de vista; de ser todo consecuencia de un plan no habrían dimitido dos primeros espadas del banco y tampoco se habría subido tipos este año. El BCE ha patinado y ha patinado mucho, pero el punto de vista es interesante. 

En fin, ya terminamos por hoy, y por esta semana. La música contra la crisis está, hoy también, relacionada con la entrada. Dire Straits. Money for Nothing, 1988

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