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Columna
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Francia no está lista para la recesión

Francia puede pagar un precio alto por los 37 años ininterrumpidos de déficits. Incluso tras dos rondas de ajuste fiscal en los últimos tres meses, el Gobierno puede incumplir el objetivo de disminuir el déficit impuesto por la eurozona del 3% en 2013. Los mercados ya están impacientes con el enfoque poco entusiasta del país para atajar su déficit fiscal. Podrían ser más severos si los rendimientos de los bonos en la Unión Monetaria inclinan la economía de la región hacia una recesión.

Pero incluso sin recesión, el Gobierno debería ajustar sus planes, que asumen un 1% del PIB en 2012. La Comisión Europea prevé un aumento del 0,6% en el mejor de los casos. Irónicamente, los líderes de la eurozona decidieron en la cumbre del mes pasado que los planes presupuestarios deberían basarse en pronósticos independientes. Francia no predica con el ejemplo. Una recesión en toda regla supondría un desafío mayor. Francia, como todos los Estados del bienestar, tiene muchos estabilizadores en su presupuesto. Mayores beneficios y una reducción de impuestos ayudarán a suavizar el importante revés económico, pero sumarán presión fiscal. HSBC reconoce que la caída del 1% del PIB de Francia en 2012 aumentaría el déficit fiscal desde el 5,8% del PIB en 2011 hasta el 5,9% en 2012.

Los políticos franceses deberían prepararse para lo peor, pero no parecen tomarse el objetivo del 3% muy en serio. Utilizan las elecciones presidenciales para jugar a política en lugar de enfrentarse a la realidad. Nicolas Sarkozy no quiere ampliar su último plan de austeridad, y el aspirante socialista, François Hollande, hace lo posible por evitar mencionar opciones dolorosas. Ambos aseguran querer mantener la triple A del país; su pérdida ascendería a 3.000 millones de euros por año en intereses, según el jefe de la agencia de deuda del Gobierno francés. Votantes e inversores deberían obligar a los aspirantes a explicar exactamente en que clase de rigor piensan -aunque sea para descubrir que no piensan en ninguno-.

Por Pierre Briançon

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