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¿Y si Grecia no mintió para entrar en el euro?

Lo hemos leído y oído infinidad de veces. Yo mismo lo he escrito unas cuantas. Y hasta el presidente francés, Nicolas Sarkozy, repite en público casi a diario que Grecia trucó las cuentas para ingresar en el euro y ahí se sembró la semilla negra que puede acabar con la moneda europea. Pero, ¿y si no fuera así? O peor aún, ¿y si fueron otros los que se colaron por la puerta falsa?

El entonces primer ministro griego, el socialista Costas Simitis, asegura en una tribuna publicada en Le Monde que las cifras presentadas por Atenas para incorporarse al euro en 2001 eran correctas. Y que solo a posteriori, por un cambio en los métodos de contabilidad, se corrigieron retroactivamente para computar los gastos en material militar en el momento de encargarlo y no, como se venía haciendo, en el momento de recibir el pedido.

El cambio, introducido por el sucesor de Simitis, el conservador Karamanlis, no alteraba las cifras totales de déficit. Pero las redistribuía, hinchando los números rojos del período anterior a las elecciones de 2004 y desinflando los del nuevo Gobierno. Como resultado, Atenas superaba el límite del 3% de déficit en el ejercicio de 1998, que se utilizó como referencia para su examen del euro.

Las palabras de Simitis se pueden interpretar como un mero intento de salvar su reputación y la de su país. Pero el ex primer ministro no se conforma con exculpar a Grecia, sino que apunta directamente a unos datos que también permitieron a Francia entrar en el euro sin cumplir los criterios exigidos.

París pasó el el examen de 1998 por los pelos, con un déficit del 3%, el máximo permitido. Pero las revisiones posteriores han elevado esa cifra en tres décimas, por lo que Francia, siguiendo la lógica de Sarkozy, tampoco debería estar en la Unión Monetaria.

Pero el repaso de los datos de Eurostat arroja otras sorpresas, para probable satisfacción de los griegos.

España, por ejemplo, que a menudo se vanagloria del ajuste que llevó a cabo para entrar en el euro tampoco superó el examen limpiamente. El déficit de 1997 fue del 2,6%, según los datos analizados entonces. Pero la cifra real, recogida por Eurostat, sitúa el déficit español de aquel año en el 4%, un punto por encima del máximo permitido. Portugal se encuentra en una situación parecida. Frente al 2,5% de déficit que le permitió entrar en el euro, los números rojos lusos fueron en 1997 del 3,4%, cuatro décimas que le hubieran dejado al país vecino fuera del euro.

Si a eso se suma que ocho países no cumplían en 1998 el criterio de la deuda (60% del PIB como máximo), queda claro que no se pueden dar demasiadas lecciones a Atenas. Entre los incumplidores con los que se hizo manga ancha figuran nada menos que Alemania (61,3%), Holanda (72,1%) o Austria (66,1%). Tampoco cumplían ese criterio España, Italia, Bélgica, Irlanda y Portugal.

Todos esos países, no solo Grecia, entraron en el euro con unos datos "ligeros como la brisa". Pero una vez revisados "hacen brotar la risa". Así que, mejor olvidar las recriminaciones sobre el pasado y empezar a construir el euro del futuro.

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