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Si no le dan la hipoteca, no es culpa de Bruselas

Antes de nada, las vendas. Cierto es que forzar a la gran banca española a llegar al 9% de capital no hará bien al mercado de crédito. Cierto es que no tiene mucho sentido dejar de considerar las provisiones genéricas como capital cuando su única función es absorber pérdidas (que es para lo que sirve el capital, hasta donde yo sé). Cierto es que el precedente de aplicar un descuento a la deuda pública española porque el mercado ha optado por atacar esta vía supone un peligroso precedente. Todo eso es cierto. Pero no hay que autoengañarse, ni tampoco dejarse engañar.

¿Cerrará el grifo la banca? No, porque ya lo tiene cerrado desde hace tiempo. Especialmente este año. Y no es algo que haya querido ocultar; de hecho el sector lo consideraba deseable y alertaba de la caída del crédito durante 2011. Se dan menos créditos y se dan más caros. Y esto ya sucedía antes de entrar en harina la EBA. El crédito bancario lleva cayendo desde el crac de Lehman, pero a un ritmo muy lento. En concreto, en tres años se ha recortado la extraordinaria cifra del ¡3%!

Para contextualizar esta caída, conviene echar un ojo a los datos del Banco de España: el crédito al sector privado residente era de 1,2 billones de euros en 2005, y creció a 1,87 billones en 2008. Un 56% en tres años. La mayor parte de este aumento del crédito, 670.000 millones, se repartió entre hipotecas, unos 200.000 millones, y actividades productivas, unos 400.000. De estos 400.000, 162.000 se destinaron a actividades inmobiliarias (crédito promotor) y 50.000 a construcción. El crédito a la industria creció en 50.000 millones, y al comercio en unos 30.000.

Cabría pensar que, más que cerrar el grifo, bancos y cajas están reajustando su balance. El crédito a actividades productivas cae en 50.000 millones, y el crédito constructor baja en esta misma cantidad, 50.000 millones, casi un 33%. Pero el crédito promotor, el de servicios inmobiliarios, pasa de 318.000 a 300.000 millones. El crédito a la industria creció ligeramente. Eso, en un contexto en el que el sector ha acumulado la nada despreciable cifra de 70.000 millones de euros en inmuebles, fruto de cancelaciones de créditos con pagos en especie.

En otras palabras, la banca ni ha dado créditos ni ha dejado de darlos. Se ha limitado a digerir como ha podido el empacho de cemento en un mercado congelado. Ha tratado de contener la mora a golpe de refinanciaciones, lo que ha mantenido (y elevado, por el efecto de los intereses) el saldo vivo de crédito al ladrillo, que solo se ha reducido vía daciones en pago. La restricción del crédito es dolorosa, pero necesaria, y la única opción rápida para reducir balance sería la venta de activos, sean casas o cartera de créditos. Pero el sector no ha sido muy activo en este sentido; lo esperable es que el mercado siga congelado. Pero no es culpa de Bruselas.

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