Dos ases en el 'default' griego
La zona euro quiere que los bancos asuman pérdidas mayores que el 21% acordado en el cambio de deuda decidido en julio. A los bancos no les gusta la idea de asumir tales pérdidas. Probablemente solo estuvieron de acuerdo al principio, porque la operación les permitía tomar activos sin riesgos como garantía de sus nuevos bonos, protegiéndose en caso de un incumplimiento futuro y más grave. La zona euro podría amenazar con un recorte obligatorio, pero hay dos inconvenientes.
El primero es el temor irracional de la zona euro a las consecuencias de activar los CDS de Grecia. Esto podría ocurrir si las pérdidas obligaran a todos los acreedores. Pero hay solo 3.700 millones de euros netos de CDS griegos pendientes. En tanto que los bancos y aseguradoras que suscribieron los contratos de CDS son capaces de cumplir con sus obligaciones, los pagos ascenderían a la mitad de esa cantidad en el caso de un recorte del 50%.
El segundo problema es la propia exposición de la zona euro a Grecia. Los Gobiernos de la zona pronto habrán prestado 53.000 millones a Grecia. El BCE posee alrededor de 45.000 millones de bonos griegos. Ese nivel equivale a la deuda en manos del sector privado. Las pérdidas de tales exposiciones podrían derivar en una tormenta política.
La zona euro podría argumentar que ya ha tomado su parte de dolor reduciendo tipos de interés y ampliando sus préstamos griegos. La Comisión Europea reconoce que incluso asumiendo un ajuste del 60% privado, la zona euro tendrá que prestar a Grecia 109.000 millones de euros hasta 2020.
La zona euro siempre puede idear los medios legales para excluir sus préstamos de un recorte obligatorio. Pero el precedente podría socavar la deuda soberana. Puede que los bancos no quieran jugar demasiado duro, necesitan una solución al problema griego tanto como la zona euro. Pero puede tener suficientes cartas para negociar un recorte más bajo que el planteado 60%.