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El déficit activa el efecto crowding-out en la inversión

Dicen los manuales más directos de economía aplicada que uno de los principios más solventes para mantener reaminada la inversión es que el rendimiento del capital invertido en negocios sea superior a su coste de financiación; esto es: que tenga apalancamiento financiero positivo. Hoy ese fenómeno se produce en muy pocos negocios, tanto por la debilidad de la demanda como por las crecientes tasas de interés de los créditos. Pero desde que ha aflorado la crisis de la deuda soberana, su financiación ejerce un poder de atracción de los recursos privados que a su vez funciona como una adormidera muy notable sobre la financiación de la economía. Es el crowding-out o efecto expulsión.

En los últimos tres años la deuda pública española casi se ha duplicado, con un avance de nada menos que un punto sobre PIB cada mes, hasta rozar ya el 70%, una cantidad incómoda, aunque en absoluto peligrosa si se compara con los niveles que tienen otros países europeos. Pero este crecimiento vertiginoso ha sembrado las dudas sobre la capacidad de repago de España, dudas magnificadas por la dificultad explícita de Grecia para hacer frente a sus obligaciones. Sea como fuere, el Tesoro paga hoy extratipos notables para financiar sus emisiones (casi 400 puntos básicos más que Alemania), con valores cercanos al 6% para el papel a diez años. Esta rentabilidad funciona como un imán sobre los recursos generados por el ahorro privado, como demuestra la sobredemanda que existe cada vez que el Tesoro pone una emisión en el mercado.

Además, estos tipos dificultan también la captación de financiación a los bancos y las cajas, tanto para atender sus vencimientos como la demanda de crédito, que no parece que sea muy agobiante. Una cosa con la otra facilita también que los intermediarios del mercado del dinero, los bancos, ejerciten el dichoso crawding-out sin ningún tipo de miramiento: captan el ahorro de los particulares, y, ante la escasez de demanda de crédito privado por la falta de expectativas (y sus endurecidos niveles de exigencia a la clientela), lo colocan en deuda pública. El Tesoro financiado, y la economía en línea de reposo.

Conclusión: hasta que los tipos de financiación pública no bajen, y no lo harán hasta que la deuda sea decreciente al menos en términos relativos, no habrá apuestas decididas por la inversión privada.

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