Postal desde un país rescatado
Pasar unos días en Portugal siempre es un regalo para los sentidos. Pero en estos momentos de recesión, la visita permite también poner cara (de dolor) a los fríos datos sobre déficit o deuda y percibir de cerca el pavor que sienten los ciudadanos de un país rescatado.
Me sorprende, sobre todo, el temor a un corralito que impida la retirada de los ahorros de los bancos, una amenaza que hasta hace poco parecía impensable en Europa y propia solo de países subdesarrollados. Las colas ante el banco británico Northern Rock en 2007 evocaron imágenes de los años 20, pero no se han repetido en ningún otro país europeo gracias al apuntalamiento del sector financiero con dinero público.
En Portugal, como antes en Grecia o Irlanda, parece cundir el miedo a que una nueva recaída del sector atrape al pequeño ahorrador y le niegue el acceso a sus depósitos. Ese miedo, infundado o no, puede resultar devastador, como ya comprobaron los bancos irlandeses, que en solo dos años (desde finales de 2008 a finales de 2010) soportaron la retirada de 65.000 millones de euros (equivalente al 50% del PIB irlandés), según datos citados por el Peterson Institute.
La prensa local también va cargada de cifras escalofriantes. Como una caída del 35% en el consumo de pan durante los últimos 12 meses, si creemos los datos de las panificadoras. O el aumento en el número de personas que no pueden pagar sus facturas de gas, luz o agua, según el Gabinete de Apoio ao Sobreendividado, una organización que asegura que entre sus clientes ya no figuran solo familias con bajos ingresos sino también con ingresos mensuales de hasta 5.000 euros. Sin embargo, la morosidad bancaria continúa siendo baja (poco más del 3%) a pesar de que los ciudadanos portugueses deben a los bancos la friolera de 141.000 millones de euros (equivalente al 82% del PIB del país).
Portugal también muestra cómo la soga de la crisis va apretando. Desde el número de parados a quienes se agota el derecho al subsidio (unos 14.000 cada mes, cifra que se espera que aumente con las exigencias planteadas por la troika a cambio del rescate) hasta los drásticos recortes en gasto sanitario (en los que el nuevo Gobierno parece dispuesto a ir incluso más lejos que lo exigido en las condiciones del rescate).
La dramática situación presupuestaria de las administraciones y empresas públicas ha llevado incluso al Metro de Lisboa a arrendar el nombre de una de sus principales estaciones a la compañía Portugal Telecom: la emblemática parada ha pasado a llamarse Baixa-Chiado PT Bluestation, algo así como lo que sería una madrileña Gran Vía-Telefónica.
Hay otras notas más optimistas. Como las campañas para reivindicar la excelencia de algunos productos nacionales, desde el calzado hasta el aceite o las conservas. Un encomiable esfuerzo por evitar que la indomable crisis condene a la ruina a un país tan hermoso.
Foto: La obra de Raquel Pedro, "www.portugalnarede.sem", en la 16ª Bienal de Arte en Vila Nova de Cerveira (B. dM., 5-9-11).