La gestión de los abismos
Se venía barruntando desde hace meses: la recuperación económica en Europa y EE UU no se consolida. Nos encaminamos hacia una contracción más duradera de lo que en principio se pensaba. La gestión de esta crisis a ambos lados del Atlántico ha sido decepcionante y los especuladores están ganando la partida, para el asombro de los votantes y la aparente incredulidad de los gobernantes. En un momento tan delicado como el actual cabría plantearse dos cuestiones tan duras como: ¿pueden los gobiernos actuales lidiar con la crisis y evitar que se prolongue durante mucho tiempo? y ¿pueden ayudar estos gobiernos a que los ciudadanos entiendan la crisis y priorizar la salud económica del país frente a los intereses electorales? Lo más sencillo sería contestar a ambas preguntas negativamente. La reunión que esta semana han mantenido Merkel y Sarkozy ha sido un paso importante en la dirección de definir el deseado y necesario liderazgo que Europa necesita para una consolidación fiscal y para establecer un verdadero soporte a la estabilidad financiera común. Conviene, eso sí, pasar cuanto antes de las intenciones a la concreción institucional de ese liderazgo y está por ver hasta qué punto el resto de países estarán dispuestos a que así sea. Ansiamos cualquier atisbo de esperanza que nos aleje de la pesadilla de unas democracias occidentales atenazadas por la especulación y por su propia incapacidad para compaginar un apoyo mutuo con un compromiso de austeridad. Esta esperanza se traduce en lo que podríamos llamar la gestión de los abismos. El abismo al que nos enfrentamos ahora es la volatilidad de los mercados, las enormes dificultades de los bancos para obtener liquidez y, en general, una atmósfera de desasosiego y falta de cohesión política que recuerdan mucho al entorno pre-Lehman.
Confiando en que hayamos aprendido algo desde 2008, cabría esperar que cuanto más le veamos las orejas al lobo, más contundente sea la respuesta. En Europa, esto equivale a que Alemania abandone la idea de que todo se arreglará con austeridad y nada más. Alguien debería dejar claro a Alemania que no hay que echarse las manos a la cabeza por cruzar la vía medio metro fuera del paso de cebra cuando no circulan automóviles. La economía no funciona y la ortodoxia económica se queda corta para sacarnos de ésta. Europa debe instaurar cuanto antes un verdadero sistema de cobertura del riesgo soberano con los eurobonos. Alemania debe aceptarlo porque no puede soportar una prolongada recesión de sus socios -que ya le está afectando mucho más de lo que se pensaba-, ni puede asistir impasible a un accidente financiero que haría tambalearse a la banca germana. A falta de alternativas, alguien debe comprender en Europa que una mínima ganancia electoral a corto plazo no es nada frente a un gran riesgo económico.
¿Qué puede hacerse en España? En parte, establecer un sistema de gestión de urgencia como el que se ha planteado, con los consejos de ministros y las medidas de austeridad adoptadas en agosto. Eso sí, se comienza a percibir una cierta incertidumbre sobre la hoja de ruta de la economía española de aquí a las elecciones generales y, sobre todo, más allá. Es necesario conocer cuál es el programa que los candidatos tienen en materia de reformas y de gestión de la crisis y la firmeza con que se formulará y comprometerá. Esto es imprescindible para que los mercados puedan gestionar las expectativas sobre el futuro de España en un momento tan delicado. Por eso, al igual que podríamos criticar innumerables aspectos del clima institucional y económico italiano, resulta verdaderamente digna de admiración la capacidad para adoptar decisiones tan comprometidas social y electoralmente como la racionalización de las administraciones territoriales. Cuando la política económica se dirime entre terrenos tan difíciles de conciliar como mantener la austeridad y no dañar el crecimiento económico, la principal vía es eliminar lo más superfluo con valentía y determinación. Con mayor o menor alcance cuantitativo, todas las medidas en España en esta dirección -como las adoptadas el viernes en torno al gasto farmacéutico, modificación de los plazos de liquidación del impuesto de sociedades o la menos esperada reducción temporal del IVA en la compra de vivienda nueva- suman. Ningún socio europeo se puede quejar de la artillería ligera aportada por España durante la crisis pero se precisa bastante más intensidad, más artillería pesada, porque la situación no mejora suficientemente. España debe exigir un compromiso de estabilidad europeo -los eurobonos, por ejemplo- pero deberá también aumentar su cumplimiento con las exigencias del otro lado del tablero. Cerrar la recapitalización bancaria, intensificar la reforma de las instituciones laborales o racionalizar la administración pública serían, entre otras, cuestiones que ayudarían a cumplir esa exigencia y poner nuestro grano de arena para la estabilidad financiera europea.
Santiago Carbó. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada