El fado resurge en medio de la crisis portuguesa
Una generación de nuevos cantantes regenera la sangre de la música más tradicional del país vecino y la lleva más allá de sus fronteras
La letra de un tango se ajusta a su historia como anillo al dedo: una vez, en un lugar de Lisboa, no se sabe exactamente cuando, nació el fado. Este estilo musical surgió de forma espontánea en los burdeles de la capital portuguesa en el siglo XIX para convertirse después en el símbolo de toda una cultura. Ahora, nuevas generaciones de fadistas renuevan la sangre de este género intemporal, en un momento en el que la crisis parece no querer dar tregua al país vecino.
No hay rescates del FMI que valgan. Este particular estilo musical se asocia tradicionalmente a la saudade (melancolía en portugués) . Pero a pesar de las serias dificultades financieras que atraviesa el país, lo cierto es que no está sujeto a ninguna ley económica. Y para muestra un botón. En mayo de este año, Madrid fue la ciudad escogida para celebrar el primer Festival Internacional del Fado que demostró la potencia del género y su éxito a nivel internacional.
"La música que oímos y el tiempo en el que vivimos influyen directamente en lo que hacemos, por supuesto", explica una de las grandes promesas del renovado fado portugués, Marco Rodrigues. "Todas la músicas del mundo sufren alteraciones con las nuevas generaciones y el fado no es una excepción. No es necesario quedarse atrapado en demasiadas reglas. Lo importante es conocer bien las raíces para poder construir sobre ellas. Eso es precisamente lo que hizo Amália (Rodrigues)", explica.
"No es fadista quien quiere serlo, sino quien nace", asegura Cuca Roseta, una de las nuevas grandes voces del género, que canta habitualmente en el Club de Fado de Lisboa. A pesar de las pocas primaveras que suman en su haber buena parte de esta nueva generación de fadistas, todos tienen en común cierto sentido místico que les acercó al género.
¿Qué tiene que tener una persona para ser fadista? "La pasión no pasa solo por la voz. Es la capacidad de exponer la verdad de los sentimientos, unos más tristes y otros más alegres. Y después un poco de fatalidad y todas esas características de las que ningún portugués escapa ya que está en nuestra sangre", sigue Cuca Roseta. "Cuando entré en una casa de fados por primera vez, me enamoré completamente", relata Marco Rodrigues, quien suele actuar en el Café Luso del lisboeta Bairro Alto. "Existe un misticismo que hace que el fado se convierta en una música diferente".
Herederos de Amália
Pero además de sentimientos, el fado tiene también una enorme dimensión internacional. Una vocación que empezó a gestarse en la década de los años 30 del siglo pasado en Brasil y en las antiguas colonias africanas de Portugal. Con todo, el salto cualitativo vino de la mano de Amália Rodrigues en los años 50. Una huella que aún persiste en esta nueva generación de fadistas.
"Amália es intemporal. Reúne todas las cualidades: extensión vocal, un timbre bellísimo, buen gusto interpretativo, profundidad de alma", dice Ana Moura, la fadista de más éxito de entre esta nueva camada. "Amália fue muy criticada en su día, pero lo cierto es que, incluso hoy, ella es el fado", sigue Cuca Roseta. "Amália consiguió marcar el fado como Frank Sinatra lo hizo con el jazz, como æpermil;dith Piaf marcó la música francesa, o como Tom Jobim hizo lo propio con la brasileña", resume Marco Rodrigues.
El monopolio de Amália en la república del fado perduró hasta su muerte en 1999. En esa década, la de los 90, fue donde tomaron el relevo dos voces femeninas, Mísia y Mariza, siendo esta última la que asumió el protagonismo absoluto a escala internacional. El Carnegie Hall de Nueva York, el Barbican y el Royal Festival Hall en Londres, la Opera House en Sídney Esta lisboeta de solo 38 años ha sido capaz de llevar de nuevo al fado a los principales escenarios del mundo.
Varias veces nominada a los Grammy, Mariza se ha convertido en la mayor embajadora de la música tradicional portuguesa como en su día lo fuera Amália cuando fue presentada en el Olympia de París con un "he aquí a la grande de Portugal".
Fado y flamenco
"El lenguaje musical del fado y el flamenco es el mismo. Ambos géneros necesitan de la pasión para el que canta, la misma seriedad", reconoce Cuca Roseta. Estos dos estilos tan cercanos en geografía, son, sin embargo, diferentes aunque con denominadores comunes. Una relación estrecha que expresaron muy bien Miguel Poveda y Mariza cuando interpretaron el famoso Meu fado meu en la conocida película de Carlos Saura, Fados, según cuentan los jóvenes fadistas. "Son géneros que comparten la mista matriz: expresar sentimientos". A juicio de Rodrigues, ambas músicas tienen influencias comunes y están ligadas a la historia, aunque "en el fado está presente más la tristeza y en el flamenco el tumulto".
Carlos do Carmo y Amália Rodrigues son los dos históricos que marcaron un antes y un después en la historia de la música tradicional lusa, según los expertos en la materia. Y son también el eje sobre el que pivota la carrera de todo fadista que se precie. Pero los jóvenes cantantes de hoy en día admiten influencias procedentes de todos los campos de la música. "Desde Nina Simone, Aretha Franklin o Marvin Gaye hasta Otis Redding", afirma Ana Moura. "Los Beatles, Queen, Abba e incluso Michael Jackson, pasando por clásicos brasileños como Maria Bethânia o Vinícius de Moraes", ofrece como influencias Cuca Roseta.
Pero también músicos españoles como Miguel Poveda, Enrique Morente, Concha Buika o Camarón de la Isla han dejado su huella en esta nueva generación que estrecha lazos entre los dos países vecinos.