Buscando el norte
En apenas un mes se han sucedido acontecimientos de extraordinario impacto en las perspectivas de crecimiento mundial. A mediados de julio se publicó la segunda ronda de pruebas de estrés a la banca europea, que, salvo en el caso de España, volvió a adolecer de una falta total de transparencia sobre la verdadera situación del sistema financiero.
Apenas una semana después, la presión sobre los mercados soberanos había obligado, de la noche a la mañana, a un plan adicional de ajuste fiscal a Italia y al Eurogrupo a celebrar una reunión extraordinaria que desembocó en el segundo rescate a Grecia, la mejora de las condiciones de financiación a los países con programas de ayuda y a mayores atribuciones para el fondo de estabilización (EFSF). Solo 15 días más tarde, las primas de riesgo de España e Italia, pero también las de Bélgica e incluso Francia, marcaban nuevos máximos desde que existe la unión monetaria. Y en los EE UU, el enfrentamiento político por lo que hasta ahora había sido un trámite, elevar el techo de endeudamiento público, se llevó al extremo del calendario, el 2 de agosto. Tres días después, la agencia Standard & Poor's retiró la máxima calificación a la deuda soberana estadounidense.
Este cúmulo de elementos no es, aunque parezca lo contrario, la cara menos amable de la situación actual. Hay otra más preocupante, la importante desaceleración del crecimiento mundial a partir del segundo trimestre de 2011. Economías desarrolladas importantes como los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia o España mostraron avances del PIB del 0,2%-0,3%, a los que se suman, esto de forma generalizada, correcciones a la baja los últimos meses en la confianza de las empresas manufactureras, termómetro de la evolución en el corto plazo.
Los indicadores adelantados de la OCDE detectan para la práctica totalidad de economías puntos de giro en la actividad con relación a su tendencia. Es decir, procesos de ralentización, de elevada intensidad en algunas de los principales países emergentes, área que venía siendo el motor de la expansión mundial a través del comercio. ¿Se puede hablar entonces de una vuelta a la recesión? La respuesta está condicionada al mix de políticas económicas que se apliquen.
En el ámbito fiscal, el consenso dominante es la necesidad de corregir los desajustes generados a raíz de la crisis. En este punto, se puede cumplir estrictamente, lastrando el crecimiento, o se puede optar por relajar los objetivos a corto plazo y ser vehemente en la consolidación posterior, opción en la que es clave la credibilidad de los inversores para ver si predomina el efecto negativo de una subida de tipos o el positivo de un nuevo estímulo sobre la actividad. Otra alternativa es que el esfuerzo de consolidación fiscal que se está llevando a cabo en el conjunto de países bajo sospecha se vea compensado por menores restricciones en otras economías, lo que puede favorecer la corrección de desequilibrios de los primeros vía sector exterior.
En cuanto a los bancos centrales, la respuesta en un contexto de ajuste fiscal y riesgos de estancamiento económico ha de ser expansiva. Y esta realidad ha calado incluso en el Banco Central Europeo, que hasta agosto había sobreponderado su mandato antiinflacionista frente a los problemas de fondo del área del euro. Dos subidas de tipos de interés más tarde, que en nada han beneficiado el avance en el ciclo, ha decidido una subasta extraordinaria a seis meses para mitigar las renovadas tensiones de liquidez en los mercados mayoristas de financiación de las entidades, al tiempo que ha recuperado las compras de deuda pública, interrumpidas después del programa de ayuda a Portugal en la primavera de este año y que apenas suman un 4% de su balance total. En cuanto a la Reserva Federal, que sí ha dado a la de compra de títulos una relevancia crucial en el seno de su política monetaria (pesan un 91%), puede que tenga que desandar lo aprobado en el mes de junio, cuando decidió reducir las adquisiciones de deuda pública a la reinversión de vencimientos de su cartera (también privada).
Finalmente, queda por resolver el tema espinoso de la guerra de divisas, del que ya se habló con intensidad a finales del año 2010. No parece que ninguna economía se encuentre cómoda con una moneda apreciándose, como demuestra el lento ajuste cambiario en China o las recientes medidas adoptadas por los bancos centrales de Japón y Suiza para frenar la revalorización de sus respectivas divisas.
Nuevamente es necesario remarcar la importancia de un ajuste ordenado y que no genere nuevos desequilibrios en otros mercados, como los de materias primas.
En la discusión sobre el mix de políticas económicas, llena, por supuesto, de matices, quizás lo que más se echa de menos es la definición de un rumbo claro, que nos lleve definitivamente al norte de la recuperación. Lenta, sin duda, pero recuperación al fin y al cabo.
Xavier Segura. Director del Servicio de Estudios de Catalunya Caixa