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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un reto gigantesco en el que hay que estar a la altura

Cuatro años de crisis aguda justifican que todo se ponga en revisión en la economía. Aún más cuando las autoridades van de error en error. Los amagos de las agencias de rating de rebajar la calificación de la hasta ahora intocable deuda soberana de EE UU por su débil política fiscal se han convertido en un hecho, y el estrepitoso fracaso de una equivocada estrategia de Jean-Claude Trichet obliga ahora al BCE a intentar calmar a los mercados con un plan urgente de compra de bonos españoles e italianos negociado ayer con urgencia, solo tres días después del su último consejo de gobierno.

Con nocturnidad para el área europea y casi para la americana, la madrugada de este sábado Standard & Poor's (S&P) ha tomado una vez más la iniciativa. Mientras Moody's y Fitch daban largas, S&P ha tirado de nuevo por la calle de en medio y ha desposeído de la triple A a la economía más poderosa del mundo, que hace pocos días estuvo a punto de suspender pagos por un desacuerdo político.

Es sobre todo un castigo a ese infructuoso combate político entre republicanos, demócratas y el presidente, Barack Obama, que solo resolvieron in extremis para desbloquear el aumento del techo de gasto y poner en marcha un duro plan de ajuste que supone el recorte de 2,1 billones de dólares en 10 años, la mitad de lo que solicitaba S&P.

Como ocurrió cuando hizo lo mismo con la deuda de España, S&P ha sido más severa que sus rivales. Pero también ha sido coherente con su diagnóstico y sus dudas sobre si las autoridades de EE UU serán capaces de llevar adelante el ajuste que requiere una economía de cuya evolución depende casi todo el mundo. Y eso, a pesar de las tremendas presiones de Washington para que no se empañase la triple A de EE UU por primera vez en la historia. La reacción inmediata del Tesoro de EE UU ha sido de indignación, tras achacar la decisión de S&P a un error de cálculo. Nada nuevo bajo el sol.

EE UU empezó la semana pasada a punto de suspender pagos por un enfrentamiento político y la acabó con su deuda desposeída de la máxima calificación. Entre una fecha y otra la crisis de la deuda soberana alcanzaba niveles insostenibles en Europa, que se trasladaban a las Bolsas de todo el mundo en forma de una semana negra en los mercados. Esa tormenta de agosto le ha costado un 10% al Ibex en cinco jornadas.

El torbellino no solo ha colocado al euro al borde del abismo, sino que amenaza con llevarse por delante el actual sistema y romper la estabilidad global. Los ataques de los mercados a Grecia, Irlanda y Portugal se han extendido con virulencia a España e Italia -que el viernes se vio obligada a adelantar sus planes de ajuste para intentar calmar a los mercados-, y ya amenazan a Francia, mientras los socios europeos se empeñan en no remar juntos.

Es innegable que habrá un antes y un después de que EE UU haya perdido la triple A. Primero, porque la crisis de la deuda soberana, el nuevo capítulo de la gestada como crisis de las hipotecas subprimes hace ya cuatro largos y difíciles años, ha certificado que no hay intocables: a China, principal acreedor de EE UU y con un 70% de sus divisas en dólares, le ha faltado tiempo para criticar duramente a Washington, al que reclama seguridad para sus inversiones. Pero también porque como consecuencia de ello ha quedado en evidencia la impotencia de los Gobiernos y todo se va a poner más crudamente en revisión en la economía.

Para las autoridades de uno y otro lado del Atlántico el reto es gigantesco. La duda es si estarán a la altura, porque la experiencia dice que ni en Europa ni en EE UU han dado el nivel que requiere este trascendental envite. Vivimos un momento histórico en el que hay que exigirles lo máximo, o que dejen paso a quienes lo puedan afrontar. No es hora de algunas llamadas telefónicas ni de batallitas políticas, sino de tomar decisiones conjuntas con determinación y acierto. Nos jugamos el futuro. Abocados de nuevo a una recesión global, el mar de fondo de esta crisis, que se dibuja como una de las más graves de la historia moderna en tiempos de paz, es la falta de crecimiento. Mientras este no se recupere, no volveremos a recuperar el resuello. E incluso hasta esto mismo puede estar en cuestión en estos momentos.

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