El largo y tortuoso camino de Google
La investigación por antimonopolio a Google recuerda al caso de Microsoft. Pero a pesar de lo fácil que resulta encontrar parecidos, estos son superficiales. La mayor similitud podría ser el resultado.
Algunos círculos creen que Google emplea su dominio para entrometerse injustamente en los asuntos de otras empresas, como hizo Microsoft. Es bien conocido el enfado de se fundador, Bill Gates, cuando le quitaron sus poderes. Eric Schmidt y Larry Page de Google rechazaron recientemente una solicitud del subcomité del Senado de EE UU para testificar.
Con todo, la acusación contra Microsoft fue relativamente sencilla. Windows detentaba alrededor del 95% del mercado de sistemas operativos a finales de los 90. La compañía obligó a los fabricantes de computadoras a utilizar su navegador de internet si estos querían vender sus máquinas con Windows. Y los clientes estaban limitados: descargar cualquier otro navegador era difícil, como lo era cambiar a otro ordenador que no utilizara Windows. A todo eso, había que añadir que Microsoft tenía un monopolio, que abusó de su posición y que la intervención del Gobierno era la única cura inmediata.
Pero la situación de Google es más compleja. La firma asegura que solo controla dos tercios del mercado de búsquedas en EE UU. Por otro lado, sus rivales también la acusan de colocar sus servicios en primer lugar. Por ejemplo, sus propios mapas deberían aparecer en las búsquedas. Pero los usuarios pueden fácilmente utilizar otra web y no parece necesario regular las búsquedas.
Los smartphones es otra historia. Más de un tercio funciona con el Android de Google. Retener la última versión del sistema a los fabricantes de móviles que favorezcan a los servicios de sus rivales podrían ser un importante as en la manga para Google. Aunque su actual cuota de mercado no debería suponer un desafío inmediato. La investigación de Google podría quedar en nada, pero por el momento el tortuoso camino y el resultado final comienzan a ser verdaderos parecidos con Microsoft.
Por Robert Cyran