Papandreu logra dar el primer paso
Horas antes de comenzar la votación que se celebró ayer en el Parlamento heleno, los mercados adelantaban ya con subidas generalizadas la previsión de que Grecia eludiría el fantasma de la quiebra. En una jornada marcada por el segundo día de huelga general, las protestas en la calle y los enfrentamientos entre policía y manifestantes, el Ejecutivo de Yorgos Papandreu logró la aprobación del paquete de medidas necesario para desbloquear el quinto tramo -12.000 millones de euros- del rescate impulsado hace un año por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI). La aprobación del plan, que contó con el respaldo de 155 parlamentarios frente a 138, supone para el país la obligación de aplicar severas medidas de ahorro por valor de 78.000 millones de euros y hacerlo a lo largo del próximo lustro. Ello incluye fuertes recortes, subidas de impuestos y privatizaciones, aunque no pone, ni mucho menos, un final definitivo a los problemas griegos y, por añadidura, a los europeos.
Los rumores sobre la existencia de un posible plan B -que Bruselas negaba rotundamente durante los últimos días- calentaron todavía más si cabe los ánimos. Poco antes de iniciarse la votación, el propio Papandreu hacía un agónico llamamiento a los diputados para advertirles de que un default "cerraría el sistema de salud y las escuelas, reduciría las pensiones un 80% y los sueldos de todos los funcionarios públicos". Pese a ello, las calles de Atenas volvieron a arder en duras protestas y los disturbios se extendieron en los alrededores del Parlamento. No en vano, y más allá de las algaradas y de la violencia callejera, la población griega sabe que tiene ante sí una larga travesía en el desierto que exigirá grandes dosis de sacrificio y cuyo final es incierto. Un camino que incluye desde subidas de impuestos y recortes en prestaciones sociales y gasto sanitario hasta la eliminación de alrededor de 150.000 empleos públicos.
Pese a que cualquier solución al problema griego no deja de ser un mal necesario, la aprobación del plan de ajuste de Papandreu es una buena noticia. Y lo es no solo para Grecia. El desbloqueo del quinto tramo del paquete financiero aleja de momento la amenaza de una quiebra y permite avanzar en la preparación de un segundo rescate para el país, algo que han celebrado calurosamente Bruselas y el FMI, así como los principales Gobiernos europeos. También despeja, al menos de momento, el horizonte en aquellos países más vulnerables al efecto contagio y que han sido golpeados con más dureza por la presión de los mercados. En el caso de España, el Ibex reflejó con una subida del 2,08% el alivio por la aprobación, mientras la prima de riesgo se relajaba hasta 259 puntos. El optimismo de la jornada se completaba con la publicación de los esperados folletos de las salidas a Bolsa de Bankia y Banca Cívica, que debutarán en el parqué el 20 de julio, y cuyo calendario ha estado condicionado en las últimas semanas por la evolución de la crisis griega y sus efectos en los mercados financieros. Con el paquete de recortes aprobado ayer, ambas entidades afrontan su debut en el mercado con mejores expectativas y mayores garantías.
Todo ello, sin embargo, no es suficiente para ocultar el hecho de que el mal de Grecia tiene raíces profundas de difícil solución. Bajo la mirada atenta de Bruselas, Atenas debe hoy afrontar una nueva votación para apoyar las primeras medidas de su draconiano plan de ajuste. Pese a que se espera que el Gobierno solvente esa asignatura sin excesivos problemas, la incógnita que se abre a partir de ahora es si Yorgos Papandreu será capaz de pilotar la aplicación sobre el terreno del paquete de recortes. Con una opinión pública en pie de guerra y un respaldo parlamentario muy limitado, Grecia necesita en estos momentos contar con un Gobierno fuerte y solvente del que no dispone, debido a la inexplicable actitud de la oposición de derechas, responsable en gran parte de la situación en la que se encuentra ahora el país. Con el resto de la ciudadanía europea cada vez más reacia a seguir soportando el peso de una crisis que se prolonga indefinidamente, Bruselas deberá vigilar muy de cerca la implantación efectiva del plan de ajuste que ya ha puesto en marcha Atenas.