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Columna
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Bola de partido en Grecia

José Carlos Díez

Los griegos acaban de salvar una bola de partido pero no será la última. Los inversores consideran a Europa como el área del mundo más arriesgada para invertir en bonos y han perdido la confianza en los líderes europeos para resolver la crisis. Grecia es una región dentro de un área económica con perfecta movilidad de capitales y sus bancos han perdido el 17% de su base de depósitos. Solo el acceso ilimitado al BCE ha evitado que el país salte por los aires. Los europeos optamos por la estrategia de ganar tiempo pero lo hemos perdido. La gestión de la crisis ha sido nefasta, especialmente por la dispersión nerviosa del Gobierno alemán desde el otoño de 2009, y lamentablemente la realidad ha superado cualquier escenario pesimista.

Abusamos del término irracionalidad de los mercados para justificar la volatilidad de los mismos pero en estos momentos los inversores descuentan quitas del 50% y los fundamentales lo avalan. Los mercados fueron irracionales en 2007 cuando prestaron a un país que tenía una tasa de ahorro agregada del 7% del PIB, la mitad que la de EE UU y tres veces inferior a la española y al promedio europeo. A esa tasa de ahorro se llegaba con un déficit público del 7%, al final de un ciclo expansivo, y un déficit por cuenta corriente del 14% del PIB. Tiene lógica que los Gobiernos exijan la participación del sector privado en este desaguisado, aunque la forma de plantearlo ha sido un ejemplo para el futuro de cómo no se debe gestionar una crisis de deuda.

La deuda pública griega es del 160% del PIB, con tipos subvencionados por el FMI y sus socios europeos pagan el 8% de su PIB solo en intereses, por lo que ha cruzado la línea roja de la insostenibilidad. Los planes hasta ahora solo atienden la liquidez con el fin de proteger a la banca alemana y francesa pero la medicina no está funcionando. El plan ha provocado una recesión y los ingresos fiscales en 2011 están cayendo un 8% e inexplicablemente el gasto público antes del pago de intereses crece un 6%. Por lo tanto, el enfermo, lejos de mejorar, empeora cada día. La parte positiva es que las exportaciones griegas crecen en 2011 un 20% y con el plan aprobado ayer Grecia comenzará 2012 con un ligero superávit primario en sus cuentas públicas.

Por lo tanto, una reestructuración de la deuda griega sería un mal menor y seguramente ya la única solución viable. La banca francesa ha presentado un sucedáneo de Plan Brady en el que alargan los plazos, pero reducen su exposición un 30% y exigen un 20% adicional de avales de los contribuyentes europeos. Si la quita es del 50% recuperarían el 100% de la inversión. En 1989, Carlos Salinas, recién nombrado presidente de México, soltó una bomba de profundidad: "Si no crecemos no pagamos". Solo un plan que permita que Grecia recupere una senda de crecimiento será eficaz y no es posible sin quita. Otra clave en 1989 fue permitir a la banca que contabilizase las pérdidas en cómodos plazos para evitar el riesgo sistémico.

No obstante, la sociedad griega debe asumir que ha vivido a crédito durante una década y el crédito se ha acabado. Solo hay dos opciones: o el proceso de desendeudamiento es ordenado y con el apoyo financiero de sus socios o es desordenado, como en Argentina en 2001 o en Islandia en 2009. Los griegos piensan que han tocado fondo pero aún pueden escarbar. Grecia sigue teniendo un déficit por cuenta corriente próximo al 10% de su PIB. Si optan por el camino desordenado su consumo privado aún tiene margen para alcanzar el desplome del 25% que tuvo en Islandia. Eso significa más paro y más pobreza, incluso extrema, falta de medicamentos, etc. Que la alternativa a Papandreu sea un político que estaba en el Gobierno que ocultó las cifras en 2007 indica que los griegos aún no han entendido nada.

El verdadero escenario de riesgo es que los griegos opten por abandonar el euro, donde la quita podría llegar al 80%, pero de momento tanto el Gobierno como la oposición descartan esta opción. Habrá más bolas de partido y alguna será la de la reestructuración. La quita de México en 1989 fue del 35% y en 1996 había devuelto el 100% de la deuda. Grecia tiene problemas pero muchos menos de los que tenía México entonces y los mexicanos saben bien que la codicia de los inversores es mayor que su memoria.

José Carlos Díez. Economista jefe de Intermoney

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