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Tribuna
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La casa por dentro

Los españoles, los latinoamericanos en general, tenemos fama de tener siempre la casa muy limpia, pero ser más descuidados con eso de la cosa pública. Así, sacamos brillo al parqué de nuestro hogar mientras tiramos papeles y cigarrillos en la calle sin remordimiento alguno. No ocurre lo mismo, al menos no ocurre siempre lo mismo, cuando hablamos de comunicación empresarial. En este ámbito profesional, los latinos solemos ser más cuidadosos con la imagen externa que con la interna y nuestros directivos, a menudo, están preocupados de lo que dirán de ellos los clientes, pero se preocupan poco de lo que piensan o comentan sus propios empleados.

Decir que la imagen bien entendida empieza por uno mismo debería ser una máxima de comunicación empresarial. Pero todavía no lo es. Y esto no es bueno para la salud de nuestras empresas.

¿Realmente obtengo algún beneficio por hacer un esfuerzo e invertir para comunicarme mejor con la plantilla? Es la pregunta que probablemente se harán algunos empresarios. La respuesta, a mi juicio, no tiene duda: sí. En primer lugar, si los empleados de una empresa no conocen la estrategia, los objetivos de la misma, es difícil que se impliquen con ilusión en la tarea de conseguir esos objetivos. No basta solo con que la ruta la sepa el patrón y los oficiales, también deben conocerla los marineros.

La empresa es un trabajo en equipo, donde todos son importantes y donde todos suman. Pero si están desmotivados o poco comprometidos, también pueden restar y poner piedras en el camino.

Una buena comunicación interna contribuye a mejorar la productividad. Este no es un tema secundario. Es uno de los grandes problemas de la economía española, por ejemplo, y está demostrado que la implicación de los empleados depende en gran parte de que tengan claro su trabajo, sus competencias, sus funciones y que se sientan valorados por sus superiores.

Un intangible del que se habla mucho es el orgullo de pertenencia. Parece una cosa menor, pero no lo es. En los grandes equipos deportivos los jugadores están dispuestos a hacer un esfuerzo extra por defender su camiseta. Porque están orgullosos de ella y saben que los colores de ese club representan unos valores que les exigen un esfuerzo añadido. En la empresa pasa lo mismo, no se defiende igual, no se trabaja igual para una compañía de la que sus profesionales se sienten orgullosos que para una que no crea complicidad con su fuerza laboral.

Hoy se presenta el libro La comunicación interna en la empresa. Claves y desafíos, editado por Aedipe (asociación de los responsables de recursos humanos) y patrocinado por el Banco Santander, cuyo caso se usa como ejemplo en sus páginas. En el libro se dice: "La comunicación interna es una herramienta de gestión que permite transmitir los objetivos a toda la organización, difundir las políticas de la empresa y construir una identidad en un clima de confianza y motivación. Es, además, un agente de cambio, ya que apoya y facilita la introducción de nuevos valores o pautas de gestión y la alineación de los empleados con los objetivos empresariales". Es un buen resumen.

Es cierto que el gran objetivo de una empresa es vender sus productos y, por tanto, probablemente el público más importante al que se dirige son los clientes. Pero también es cierto que sin un equipo profesional eficaz no hay ninguna empresa capaz de generar valor y ganar el futuro. Y también lo es que los empleados son a la vez portavoces de una empresa y la imagen que transmiten impacta directamente en los clientes.

Las casas se empiezan a construir por los cimientos y uno de esos cimientos, en la empresa, son los empleados. Por tanto, cuidar la casa por dentro, mantenerla limpia, debe ser un objetivo irrenunciable para cualquier gestor empresarial, sea latino o anglosajón.

Benito Berceruelo. Consejero Delegado de ESTUDIO DE COMUNICACIâN

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