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Tribuna
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El Movimiento 15-M y los tópicos

Si hay algo que caracteriza al llamado Movimiento 15-M es que está marcado por los tópicos. Y esto es así porque su irrupción en el escenario político en vísperas de las elecciones locales y autonómicas ha alterado la percepción de la realidad que desde los medios de comunicación y desde las fuerzas políticas se tenía de la campaña electoral, obligando a buscar respuestas que lo expliquen tan atractivas como fáciles.

Este es un movimiento en apariencia espontáneo y que plantea una ruptura del sistema, por utilizar una expresión que refleje el compendio difuso de sus reivindicaciones, mediante demandas que no son en absoluto nuevas y que desde puntos de vista divergentes coinciden para encontrar una oportunidad-altavoz que las amplifique.

El primer tópico es el que se refiere a que esas voces que se escuchan en la Puerta del Sol son la voz callada de una mayoría silenciosa. Esas voces son las de los que las articulan y representan a los que allí participan tanto, al menos, como los que van a los mítines reflejan el número de los seguidores que en cada ocasión tiene un partido político.

Eso no impide que lo que allí manifiestan -como en otras ciudades de España- sea razonable y hasta cierto punto necesario. Me refiero a la crítica que hace una representación activa de la generación que más padece el problema del desempleo, la falta de expectativa emancipadora y las exiguas oportunidades de construir horizontes vitales sólidos.

Son víctimas de una injusticia que ha hecho eclosionar su hastío mediante una actitud de rebelión pacífica. Probablemente tienen razón en los planteamientos iniciales que son los que realmente movilizan: la respuesta social a la crisis y a las respuestas a la crisis. Pero han sucumbido a la tentación de ocupar un espacio político similar al que denuncian. ¿Es más democrática la respuesta callejera que el voto en las urnas? ¿Realmente el hartazgo por la situación que atraviesan tiene algo que ver con la reforma de la Ley Electoral? ¿Todos piensan lo mismo? Creo que la suma de reivindicaciones no hace mejor al movimiento, sino que lo desnaturaliza y banaliza.

Con este planteamiento, una reivindicación justa como es la de enfocar nuevas respuestas a la crisis y limitar el poder de los mercados, asegurando el bienestar de los ciudadanos con un modelo productivo que no sea especulativo, pierde su fuerza y se diluye en la clásica consigna "contra la política" y "contra los políticos", sin diferenciar entre proyectos y programas distintos, que los hay, en la oferta electoral.

Otro tópico es el de comparar esta acampada-manifestación con las revueltas en los países árabes. Nada más lejos de la realidad ni nada más oportunista. En España hay un Estado de Derecho, un sistema democrático y no se da ninguna de las circunstancias de salvedad o urgencia que hicieran aceptable una intensa movilización ciudadana.

Buena prueba de ello es que el domingo se vota. Otra cosa es que los partidos políticos deban reflexionar sobre la campaña electoral que han hecho. Bien es cierto que las circunstancias son objetivamente complejas. Hay que ir a votar presidentes autonómicos y alcaldías en un entorno político en el que lo que pesa es la situación nacional y las políticas generales. Los datos que discurren por la campaña son los del paro, la corrupción de unos políticos -no todos son iguales, otro tópico- y la dificultad de los partidos para atraer el interés de la opinión pública.

Es en ese escenario de apatía electoral, con resultados previsibles, en el que surge la movilización. Y es, probablemente, la necesidad que todos tenemos de motivar nuestras posturas políticas lo que vuelca nuestra atención en ellos. Ya que no lo hace por sí misma la oferta electoral clásica, se recurre al interés y a la supuesta frescura del movimiento.

Que los partidos hayan colocado el listón muy bajo no justifica una demanda de cambio del sistema: justificaría, en todo caso, campañas y propuestas más vinculadas a la realidad, con respuestas políticas adecuadas a los intereses y a las urgentes necesidades de la sociedad.

Pero no se trata, por mucho que lo parezca, de reinventar la democracia, sino de hacerla mejor, de más calidad y con partidos comprometidos con las necesidades de las personas y capaces de hacerse entender con inteligencia.

Rafael García Rico. Experto en comunicación política. Codirector del máster en Dirección de Campañas Electorales de la Universidad Camilo José Cela y Telefónica Learning Services

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