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Asfixiar a Irlanda para asustar a España

"El único propósito del rescate irlandés fue asustar a España con una demostración vívida de que los rescates de la UE no son para los débiles de corazón". Es especialmente ilustrativo, estos días de déja-vu de la crisis de mayo de 2010, este relato del diario Irish Times sobre el rescate a Irlanda, donde relata las prioridades que guiaron el apoyo al Tigre Celta, y aliviar las finanzas del país no estaba precisamente entre ellas.

"¿Era necesario forzar el colapso de Irlanda para asustar a España? La respuesta está en una falla fundamental en el diseño del euro: la ausencia de medios para lidiar con grandes insolvencias bancarias", añade el diario dublinés. Un eventual rescate de la banca española sería demasiado costoso financiera y políticamente, y solo se consideraría como última medida para evitar la ruptura del euro. Por lo que Europa prefirió sacrificar Irlanda y, de paso, salvar el 100% de las posiciones en deuda irlandesa de los inversores.

Escrito desde el punto de vista irlandés, el artículo comenta la existencia de sospechas de que en la banca española pueda haber pérdidas ocultas, como las que obligaron al rescate irlandés. Y, aunque no las haya, ningún sistema financiero puede sobrevivir si se le cierran las puertas del mercado. El sector bancario irlandés, con garantía estatal y préstamos de emergencia del BCE, duró un par de años. Estaba quebrado, pero las negociaciones se encaminaron a proteger a quien tenía dinero depositado en deuda de estas entidades.

Según el artículo, en septiembre, cuando el país estaba al borde de la quiebra arrastrado por los avales a la deuda bancaria, el FMI propuso una quita de 30.000 millones de euros en los bonos bancarios. El secretario del Tesoro de EE UU, Tim Geithner -ex de Goldman Sachs, y conocido por haber respaldado desde la Fed de Nueva York el 100% del valor de los contratos de CDS vendidos irresponsablemente por AIG- se negó. El BCE, también. Y los negociadores irlandeses. Al final se llegó a un acuerdo que salvaguarda los intereses de los bancos a costa del contribuyente.

Quizá ello ayude a explicar la tormenta griega. Por mucho que las noticias de la salida de Grecia salgan de rotativas alemanas, el Gobierno griego no verá con tan malos ojos la insistencia de los rumores sobre su salida del euro. Al fin y al cabo, peor no le pueden ir las cosas, y a quien más asusta el ruido es a quien más sufriría con una quita significativa de deuda griega, es decir, a quien tiene esta deuda en cartera. Wolfgang Munchau, en FT (artículo en alemán), calcula que solo el BCE tendría que recapitalizarse en 100.000 millones de euros con una quita del 50%. JP Morgan, citado por FT Alphaville, reduce esa cifra a 35.000 millones.

A eso cabría añadir la quita sobre los préstamos ya realizados a Grecia por parte del mecanismo europeo de estabilidad. El efecto principal, en todo caso, lo sufrirían los balances de los bancos europeos, por su cartera de deuda griega tanto pública como privada... Porque el siguiente problema sería la potencial quiebra del sistema financiero griego. Y los principales afectados, los Landesbanken alemanes, a quienes el Estado ya ha respaldado con un aumento de la deuda histórico. Según los datos del BIS, la banca europea tiene 450.000 millones en activos griegos.

En definitiva, la partida de póker está abierta de nuevo, y va a ser más intensa a medida que se acerque el día 16. Los países rescatados tienen más bazas de las que cabría pensar e Irlanda, de hecho, ha aprovechado para pedir una mejora de sus condiciones. Pero, por otra parte, todos los negociadores saben que la reestructuración de la deuda griega es cuestión de tiempo. Sobre la mesa estará si se inician las negociaciones ahora o se cubren vencimientos para que dicha reestructuración llegue en 2013.

En cualquier caso, aunque se llegue a un acuerdo sobre Grecia (y/o Irlanda), España ya quedó bastante asustada con el rescate irlandés. Ahora bien, visto lo visto, los acreedores alemanes y franceses también querrán evitar a toda costa que el riesgo pase de Portugal a España. Así, primero hay que llegar a un acuerdo a varias bandas en una UE cada vez más desunida. Segundo, hay que enviar al mercado un mensaje de estabilidad que resulte mínimamente creíble. Y, tercero, evitar de este modo un efecto dominó. España ha hecho gran parte de su tarea, pero para los mercados, a veces eso no es suficiente.

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