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Columna
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El Banco Central Europeo y el crudo

José Carlos Díez

La crisis en los países árabes y el norte de África ha pillado totalmente por sorpresa y está precipitando los procesos de normalización monetaria que ya estaban en curso. Lo único que sabemos del fenómeno es que no sabemos nada, por lo que conviene ser socrático. Libia produce el 2% del petróleo mundial y en las grandes crisis del 73 y del 79 se produjeron caídas del 7%, por lo tanto, el contagio tendría que llegar a grandes productores del área.

En estos momentos, Arabia Saudí tiene capacidad para incrementar la producción más de tres millones de barriles al día y sustituir la caída en Libia o en otros países afectados, pero ¿qué pasa si la revuelta llega a Arabia Saudí? Arabia tiene un alto nivel de renta, pero sus ciudadanos exigen mayor libertad y, por lo tanto, nos encontramos ante una dinámica caótica y cuya evolución nadie puede predecir.

Adicionalmente, en Asia las importaciones crecieron en el cuarto trimestre de 2010 próximas al 40% anualizado y ello explica dos terceras partes del crecimiento de la demanda de petróleo y de la mayoría de materias primas, por lo que podemos asumir que la subida del crudo a 100 dólares por barril es permanente y que los riesgos son al alza.

Con este escenario encima de la mesa se congregaba ayer el Consejo del Banco Central Europeo. Además, desde la última reunión, Axel Weber ha sido forzado a dimitir de su cargo poniendo en cuestión la independencia del Bundesbank, que está protegida por la Constitución alemana. Esto implica que el sustituto de Trichet el próximo otoño tendrá que tener el beneplácito de los alemanes y, por lo tanto, los gallos deben competir por demostrar quién es el más halcón.

El comunicado del BCE ha estado muy medido y explica muy bien el escenario incierto al que se enfrenta. Aunque las previsiones de inflación han sido revisadas al alza, el BCE sigue defendiendo que las expectativas de inflación están ancladas si continúa la moderación salarial.

Si los bancos centrales anticipan mayor inflación y, por lo tanto, mayor crecimiento salarial en 2012 y no suben los tipos el año próximo, las familias tendríamos mayor capacidad adquisitiva y aumentaríamos nuestro consumo y nuestra demanda de materias primas.

Eso fue lo que sucedió en los setenta y ya aprendimos las consecuencias de que los bancos centrales vayan por detrás de la curva. Por el momento, la situación no es preocupante, ya que la tasa de paro está en máximos y el uso de la capacidad instalada próximo a mínimos tras la Gran recesión. Además, el riesgo de contagio de los precios del petróleo a los precios domésticos también es reducido. Pero la política monetaria es extremadamente heterodoxa y es lógico que el BCE quiera anticiparse.

De momento, ya ha tensionado la curva de tipos y el mercado descuenta un tipo del euríbor a un año del 2,5% a final de 2011.

Si este verano la crisis en Oriente Medio ha logrado mitigarse y las medidas moderan la demanda de petróleo, especialmente en China, el precio del crudo podría caer ligeramente; entonces no serían necesarias muchas subidas y el euríbor acabaría el año próximo al 2%.

Si la tensión va a más, el BCE habrá hecho su trabajo y estará en una situación más cómoda que la Reserva Federal, a la que esta crisis le pilla -literalmente- a por uvas.

Para España, sin duda, es una mala noticia. La subida del precio de la gasolina ya ha reducido nuestra renta disponible y supone más arena en los engranajes de la recuperación. No obstante, lo que nos dicen los macromodelos es que una subida del 20% del precio del petróleo que se mantenga durante un año tiene un impacto sobre el PIB de una décima en 2011 y otra en 2012.

La subida de tipos tendrá un impacto mayor, aunque aún muy incierto. Para el conjunto de la economía, la crisis de la deuda ya supuso una subida de tipos, por lo que si seguimos haciendo bien nuestros deberes y reduciendo nuestro diferencial con Alemania compensaría la subida del BCE.

Las familias nos financiamos a tipos del euríbor, que no paga diferencial, por lo que sí nos veremos afectadas, pero el impacto llega con mucho retraso y se notará en 2012. Por lo tanto, en vez de preocuparse, a ocuparse.

José Carlos Díez. Economista Jefe de Intermoney

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