No tomemos la parte (mala) por el todo
La demanda final de productos en la economía española creció a un ritmo anual medio del 4,3% entre 2000 y 2007, explicado en un 78% por la demanda interna y en un 22% por las exportaciones de bienes y servicios. Por identidad contable, la variación en la oferta final ha de ser igual a la de la demanda. En cuanto a su composición, el aumento del PIB explica un 57% y el de las importaciones un 43% (un 35% las de bienes y un 8% las de servicios). La contribución del PIB se corresponde con una aportación del 45% de los servicios, un 8% de la construcción, un 4% de la industria y el 1% restante de las ramas energéticas y primarias. En los dos primeros sectores, las contribuciones superaron ampliamente las ponderaciones de partida en la estructura productiva y lo contrario sucedió de forma marcada en la industria.
En definitiva, la creciente demanda en la economía española, impulsada por la incorporación al área del euro y por el choque inmigratorio, encontró solo respuesta en una ampliación de la oferta en la construcción y en los servicios, mientras la industria doméstica perdió peso relativo a favor de las importaciones de bienes, que avanzaron a un ritmo anual medio del 7,1% entre 2000 y 2007. El mercado laboral también recogió este efecto, amplificado por la mayor intensidad de mano de obra de la construcción y la menor capacidad de respuesta en términos de productividad de los servicios. Así, de los casi 5 millones de nuevos ocupados, solo un 4% se registró en la industria, mientras los servicios explicaron el 76% del aumento y la construcción el 20%. Y la misma lectura se refuerza con la evolución desagregada del crédito a empresas, que avanzó a un ritmo anual medio del 18%, explicando la industria únicamente un 10% del avance, frente al 59% del agregado de construcción y actividades inmobiliarias, ramas intensivas en financiación con recursos ajenos. Finalmente, una mención a la evolución de los costes laborales unitarios (CLU), que en España crecieron un 32% desde la entrada en el euro hasta el inicio de la crisis. Los mayores aumentos se produjeron en la construcción (59%) y en los servicios (31%), siendo menor en la industria (20%), único sector que mostró un avance de la productividad (del 6%, frente a una caída del 10% en la construcción).
¿Qué consecuencias ha tenido este esquema a raíz de la crisis? La demanda interna ha sufrido un choque estructural en mucha mayor medida que las exportaciones, fenómeno que ha tenido su reflejo en una enorme contracción de las importaciones y en una caída de menor cuantía en el PIB. Este reequilibrio obedece a una transferencia relativa de recursos hacia la oferta doméstica, arrastrando, eso sí, un amplio excedente de capacidad productiva y elevados volúmenes de endeudamiento en las actividades más afectadas por el choque estructural, la construcción y las ramas productivas asociadas (servicios inmobiliarios, materiales de construcción).
Asumida la premisa de que una nueva etapa de crecimiento no se quiere sustentar (ni se podrá) nuevamente en el modelo aquí comentado, es necesario extender el tejido productivo doméstico, reduciendo el alto contenido de importaciones en la demanda final cuando se recupere una fase expansiva (como mostró la contribución negativa del sector exterior ante el consumo estimulado en el primer semestre de 2010). Para alcanzar este objetivo se necesitaría, en el corto plazo, un muy difícil proceso de reciclaje de la mano de obra hoy en desempleo y, sobre todo, urge generar confianza entre los agentes inversores y recuperar el canal del crédito empresarial de forma selectiva y a precios adecuados, lo que terminaría generando puestos de trabajo. Con la vista puesta en el medio plazo, hay que continuar avanzando en el programa de reformas, eliminando los obstáculos a la innovación y a la capacidad emprendedora, haciendo más eficiente los diferentes ámbitos de la economía y capitalizándola adecuadamente, sobre todo en lo que al factor humano se refiere.
De forma reciente, en el permanente debate sobre la competitividad de la economía española, se insiste desde diferentes fuentes (públicas y privadas) en la resistencia de la cuota exportadora mundial en bienes y el creciente peso en la de servicios no turísticos, a pesar del notable incremento de los CLU comentado anteriormente. Cabe tomar nota, por tanto, de que hay un amplio conjunto de empresas bien posicionadas y bien consideradas en los mercados internacionales, que además no tienen por delante procesos de desapalancamiento traumáticos. No tomemos la parte (mala) por el todo y facilitemos que las buenas prácticas sean norma y no excepción.
David M. Turégano. Economista del Servicio de Estudios de Catalunya Caixa