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Tribuna
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Europa y los mercados

En las últimas semanas la inestabilidad ha azotado de nuevo a los países europeos, particularmente a los de la periferia como España. Pese a los intentos de estos gobiernos por implementar las reformas requeridas los mercados los siguen atacando con fuerza, lo que esta haciendo subir los diferenciales de prima. Muchos culpan a la avaricia de los especuladores de estos problemas y están atacando duramente a los mercados. Desafortunadamente las cosas no son tan sencillas ya que la desconfianza de los mercados esta en muchos aspectos justificada.

En primer lugar la respuesta europea a la crisis. Europa y las instituciones europeas parecen sobrepasadas por la crisis y siguen cometiendo (y repitiendo) errores en sus respuestas a la misma. El más importante, sin duda, es la tendencia reiterada a tratar de resolver un problema de solvencia como si se tratase de un problema de liquidez. Los paquetes de rescate para Grecia o Irlanda, la reiterada hiperacción del Banco Central Europeo por proporcional liquidez ilimitada, o la creación del Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera de 440 billones de euros, son manifestaciones de este error.

Por otro lado, la falta de coordinación y de liderazgo en la crisis también generan desconfianza. Cada país parece remar en su propia dirección sin tener en cuenta la marea o el movimiento de los otros países. Este error se ve agravado por una ruptura en las comunicaciones y en los anuncios de las decisiones. Desde el inicio de la crisis se ha consolidado el siguiente modelo: se hace un anuncio genérico de posibles soluciones, los mercados responden eufóricamente al anuncio, al final cuando se van anunciando los detalles (y las discrepancias entre países) los mercados responden negativamente. Seria mucho más positivo si las decisiones y las comunicaciones fuesen caras y precisas desde el inicio. Si hay algo que siempre hemos sabido es que los mercados quieren precisión y transparencia.

Los gobiernos también han repetido frecuentemente el error de culparse unos a otros, y en las últimas semanas en particular ha habido una tendencia a culpar a Alemania y a su canciller por todo lo que esta pasado últimamente. Por mucho que nos empeñemos desde España (o Irlanda), Alemania no es la culpable del pinchazo de nuestra burbuja inmobiliaria. Si hay algo que deberíamos de tener meridianamente claro es que el juego de culpar a otros no va a resolver los problemas.

Además, la tendencia de los gobiernos a culpar a los mercados de todos los problemas solo contribuye a agravar la situación. Por más que nos empecinemos en buscar las manos negras, en este caso no tenemos un demonio especulador como George Soros cuando ataco al SME a principios de los 90 y forzó la devaluación de la libra esterlina. Sería más sencillo reconocer que los inversores están racionalmente preocupados por la gestión de la crisis y que eso les hace reconsiderar sus decisiones de inversión.

En el caso de España también hay razones que ayudan a entender la respuesta de los mercados. El creciente endeudamiento de las comunidades autónomas y la falta de transparencia sobre la ejecución detallada del gasto, son ejemplos que no gustan a los mercados. La ejecución de las reformas como la reforma laboral (a la que se oponen los sindicatos, y en la que aún este pendiente el tema de la negociación colectiva); o la de las cajas de ahorro, que progresa a ritmo muy lento, son otros ejemplos. Los mercados también dudan sobre las perspectivas de crecimiento y sobre la capacidad del Gobierno de continuar con las reformas (la de las pensiones es otro ejemplo). En definitiva todavía tenemos que terminar los deberes y mientras no lo hagamos seguiremos generando desconfianza.

Estamos en un momento de gran incertidumbre. La gran pregunta es si persistiremos en el error de culpar a los mercados (o nos limitaremos a esperar un milagro), o por el contrario nos decidiremos a tomar el toro por los cuernos y tomar las medidas necesarias para atajar la crisis. Es hora de reconocer que no nos enfrentamos solo a un problema económico causado por la irracionalidad de los mercados, sino que también tenemos un problema político que solo solucionaremos con medidas políticas, como la creación de los bonos europeos o una mayor coordinación fiscal de la eurozona. Si no somos capaces de hacerlo, al menos tengamos la grandeza de reconocer que el error es nuestro y aceptemos las consecuencias del fracaso.

Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Suffolk en Boston

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