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Resumen de la década 2000-2010. Luces y sombras de la moneda única

El mercado desafía la fortaleza política del euro

La divisa europea se ha consolidado como referencia monetaria, pero los inversores dudan de la voluntad de los socios de avanzar hacia un Gobierno económico federal. Consulta el especial Resumen de la década

A finales del siglo XX había dudas sobre si el euro llegaría a nacer. En concreto, dudas sobre la viabilidad de un proyecto en el que participarían países tan dispares como Alemania y Portugal. Ahora que termina la primera década del siglo XXI está en cuestión la capacidad de supervivencia de la divisa europea. Pero el debate ya no se centra en argumentos económicos sino políticos, porque más de un inversor sospecha que se ha resquebrajado la argamasa institucional que mantiene en pie la Unión Monetaria.

La estructura se ha tambaleado en 2010, sacudida por una crisis económica de más de tres años que ha llevado a más de un gobierno y a buena parte de la opinión pública a ver el euro como origen o agravante del problema. La primera grieta del compromiso político de las capitales europeas quedó a la vista en febrero de este año, cuando Berlín se resistió a ayudar a Grecia.

El castigo de los mercados no se hizo esperar. Y se ha traducido en un progresivo encarecimiento de la deuda pública de la mayoría de los 16 miembros de la zona euro. Hasta el punto de que la moneda única cumplirá el próximo 1 de enero sus primeros 12 años de vida con dos de los socios (Grecia e Irlanda) incapaces ya de refinanciar su deuda sin ayuda del resto de la Unión.

La zona euro cierra en falso el ejercicio más crítico en sus 12 años de existencia

Y la lista de damnificados puede aumentar durante 2011, con Portugal, España o Italia en el punto de mira de unos inversores que parecen dispuestos a comprobar la resistencia de los lazos políticos que unen la zona euro.

Estos vínculos se dejaron bastante sueltos durante la creación de la Unión Monetaria, con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento como único garante del compromiso de los socios con la disciplina fiscal. Aun así, la década que termina arrancó con un boom crediticio mundial en el que los mercados no se molestaron en distinguir el riesgo asociado a la deuda soberana de cada uno de los miembros de la zona euro.

Las alarmas no saltaron cuando Grecia adoptó la moneda en 2002, tras cumplir los criterios de Maastricht con datos revisados después, ni cuando Alemania y Francia dinamitaron el Pacto de Estabilidad en 2003 ante la imposibilidad de mantener sus déficit públicos por debajo del 3% del PIB. Nada impidió que España, Portugal, Italia o Grecia, países cuya deuda mantenía un diferencial medio de 500 puntos con el bono alemán antes del euro, siguieran disfrutando de la misma confianza que Alemania.

Pero la supuesta unidad de la zona euro a ojos de los inversores reventó tras la crisis financiera de 2008. Y los mercados empezaron a desconfiar de unos países cuyas necesidades de financiación se dispararon después de verse forzados a destinar ingentes recursos públicos al rescate del sector bancario o a mantener la demanda interna.

Ante ese dificultad, la Unión Monetaria ha respondido con soluciones coyunturales como el rescate de Grecia e Irlanda o el anuncio de un fondo de rescate permanente a partir de 2013. Pero los mercados parecen reclamar una respuesta más estructural. "La crisis de la deuda soberana de la zona euro no es un problema económico sino político", advierte en un reciente análisis Simon Tilford, economista jefe del instituto de estudios londinense Centre for European Reform.

Las instituciones europeas y varios Gobiernos, entre ellos, el español, comparten ese diagnóstico. El Banco Central Europeo, con su presidente Jean-Claude Trichet al frente, está convencido de que la receta debe ser un "salto cualitativo" en la gobernanza económica de la eurozona y la adopción de una política presupuestaria "cuasifederal". Solo así, insiste Fráncfort, se podrá completar la Unión puesta en marcha en 1999, que legó al BCE la política monetaria pero dejó en los países la competencia exclusiva sobre política económica.

La zona euro ha dado pasos en esa dirección desde que estalló la crisis de la deuda soberana. En cuestión de meses se aprobó la obligación de que los socios sometan al escrutinio de Bruselas sus grandes líneas presupuestarias antes de presentarlas a sus propios Parlamentos, una reforma que se aplicará por primera vez el año que viene, pero que antes de la crisis se consideraba una insoportable injerencia en la soberanía nacional.

Durante el primer semestre de 2011 también se prevé aprobar seis proyectos legislativos que endurecen el Pacto de Estabilidad y refuerzan la supervisión macroeconómica en terrenos como la competitividad, el mercado laboral o las balanzas comerciales. Con esos cambios, "nuestras políticas monetarias y presupuestarias trabajarán en la misma dirección, hacia una mayor estabilidad", ha asegurado el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.

Pero el BCE, que en la crisis se ha convertido en la principal referencia de la zona euro, ya ha advertido que considera insuficientes esas reformas, por lo que es muy probable que no basten para convencer al mercado de la irreversibilidad de la Unión Monetaria.

Por primera vez desde la puesta en circulación de los billetes y monedas del euro en 2002, los analistas vuelven a considerar la hipótesis, aunque sea remota, de un regreso a las monedas nacionales.

El euro ya sufrió ese escenario cuando nació en 1999 y convivió durante tres años como unidad virtual con las monedas de los 11 países que estrenaron la Unión Monetaria. La cotización inicial de 1,16 euros por dólar se despeñó hasta marcar un mínimo histórico de 0,82 el 26 de octubre de 2000, entre apuestas sobre el posible descarrilamiento prematuro de tan singular proyecto. Su remontada, ya con la moneda en los bolsillos de casi 300 millones de ciudadanos europeos, culminó con un cambio de 1,59 dólares el 15 julio de 2008.

Dos meses después se desplomaba Lehman Brothers al otro lado del Atlántico, una entidad a la que numerosos bancos de la zona euro habían confiado parte de sus inversiones. El inevitable contagio devastó parte del sector financiero en Alemania, Holanda y Bélgica, tres de los países fundadores del euro, y obligó a desmembrar las primeras entidades transfonterizas surgidas a raíz de la unión monetaria, como Fortis.

Desde entonces, el euro se mantiene en torno al 1,3 frente al dólar, pero con la creciente impresión de que su cotización no refleja tanto la fortaleza de la moneda europea como las políticas devaluadoras de Washington. Y con el riesgo de que tras la salida de la crisis, los inversores huyan de una moneda con un futuro entre interrogantes.

Los parámetros económicos no alimentarían esa espantada. La zona euro, como repite una y otra vez Trichet, está mucho más saneada que otras zonas del planeta "con un déficit medio del 4,6% el año que viene y del 3,9% en 2012, la mitad que las cifras previstas en EE UU o Japón". Los problemas sufridos tampoco condenan a la moneda única porque, como ha señalado el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, también se han registrado en países con su propia divisa como Hungría, Rumanía, Letonia o Islandia. Pero los argumentos económicos ya no convencen a los mercados. Esperan compromisos políticos irrevocables.

joven, pero curtida

1Juventud: a punto de cumplir los 12 años de edad, el euro es la divisa internacional más joven del planeta. 2 Experiencia: ha sobrevivido a la burbuja de internet, al barril de petróleo a más de 200 dólares y a la mayor crisis financiera desde la Segunda Guerra Mundial. 3Méritos: con una inflación media del 1,97% ha igualado la fortaleza y estabilidad del marco alemán, su hermano mayor, al que siempre aspiró a parecerse, que poco antes del euro registraba un IPC medio del 2,2% y en los 1970, del 4,9%. 4Carencias: lleva en su seno su peor enemigo, unas enormes divergencias macroeconómicas entre los países que forman la Unión Monetaria. Alemania, por ejemplo, cerrará 2010 con un superávit comercial del 4,8% y España con la misma cifra, pero de déficit. 5Empleo: desde 1999, se han creado más de 14 millones de nuevos puestos de trabajo en la zona euro, pero no han bastado para evitar el repunte del desempleo, que cierra 2010 en torno al 10%.

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