La crisis tumba el capitalismo popular
El estallido de las burbujas tecnológica y crediticia ha mordido la confianza de los pequeños inversores. Ahora proliferan los productos complejos y el corto plazo domina las Bolsas al grito de "¡hagan juego, señores!". Consulta el especial Resumen de la década
Los pequeños inversores se han convertido en unos descreídos de la Bolsa. Lógico, después de lo ocurrido en la última década. En 2000, el estallido de la burbuja.com y ahora la mayor crisis planetaria desde la Gran Depresión. Los productos son cada vez más enrevesados, y la sensación de que invertir en renta variable, o incluso fija, es como apostar en un gran casino ha expulsado a una parte notable de los particulares.
El 21,1% de la Bolsa española es propiedad de las familias, de acuerdo a los últimos datos publicados por BME, correspondientes a cierre de 2009. El porcentaje puede parecer elevado pero contrasta con el 35,1% de finales de los años 90, justo después de las privatizaciones de empresas públicas como Endesa, Argentaria, Tabacalera o Telefónica. A comienzos de 2000, había más de ocho millones de españoles con algún tipo de interés en la renta variable.
¿Qué ha tumbado al capitalismo popular? Son varios los factores que lo explican. La mala racha bursátil de los últimos tiempos, la creciente volatilidad, la ausencia de preocupación por parte de las grandes cotizadas de sus accionistas más modestos y las nuevas invenciones financieras se han unido en contra de los minoritarios.
Los derivados son la mejor herramienta para especular y en algunos casos marcan el precio de los subyacentes
Los derivados son uno de los principales culpables de la situación, según los expertos. Son "armas de destrucción masiva" en potencia, según los ha descrito en numerosas ocasiones el multimillonario Warren Buffett. A los clásicos, como las opciones y los futuros sobre activos financieros, se ha sumado en los últimos tiempos el auge de los over the counter (OTC) o no regulados, cuyo importe nominal ascendía a más de 438 billones (españoles) de dólares a finales de septiembre, según el Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés).
El rasgo común que comparten los derivados de cualquier tipo es su elevado apalancamiento. Para muestra, un botón: se necesitan 3.000 euros para comprar o vender un futuro sobre el Euro Stoxx 50, si bien la apuesta real es 10 veces superior. Este tipo de productos, ideados en un principio para servir como instrumentos de cobertura, se han transformado en las herramientas más eficaces para la especulación pura y dura. De hecho, son los que determinan en un creciente número de casos el precio del subyacente, cuando a priori lo lógico sería que fuera al revés. El mejor ejemplo de esto lo dio el operador de Société Générale Jérôme Kerviel, acusado de contribuir al hundimiento de las Bolsas en enero de 2008 por su operaciones en los mercados de futuros.
Jesús Palau, profesor de Esade, avisa de que en todas las crisis financieras acaecidas a lo largo de la historia ha habido un mercado de derivados de por medio, "ya sea sobre tulipanes o sobre titulizaciones de deuda (CDO)". "Hay un exceso especulativo en los derivados. Se juega con activos muy importantes (arroz, petróleo, oro, plata...), hay mucha gente operando ajena al negocio y esto distorsiona la evolución de los precios", sentencia el profesor del Esade. Uno de cada cinco futuros negociados sobre el petróleo West Texas es de operadores no relacionados con la industria; en otras palabras, de especuladores, según el comité de operadores de futuros sobre materias primas (CFTC, por sus siglas en inglés).
La popularización de los contratos por diferencias (CFD, por sus siglas en inglés) es un ejemplo de cómo la inversión de corto plazo está a la orden del día entre algunos particulares. También hay cuentas que permiten apalancarse hasta por 10 veces el dinero disponible y los brókeres ofrecen tarifas más reducidas para operaciones que se cierran a lo largo de la sesión.
El sector financiero ha configurado su negocio sobre las operaciones realizadas al minuto. Cuantas más transacciones, más comisiones y beneficios. " Por si fuera poco, una parte muy notable de los resultados de las entidades financieras, especialmente de aquéllas especializadas en banca de inversión, radica sobre las operaciones realizadas por cuenta propia", advierte Jesús Palau.
"La Bolsa ha dejado de ser un producto de inversión a largo plazo, ahora se mueve a golpe de impulsos", advierte José María Manzanares, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). Además de los derivados, la popularización de las plataformas para operar a través de internet y los cambios en la fiscalidad -la tributación es exactamente la misma para una inversión de dos minutos que de dos años- han dado un duro golpe a la inversión tradicional, según este experto.
Carlos Tusquets, presidente de Asociación Europea de Asesoría y Planificación Financiera (EFPA) en España, destaca, no obstante, el impacto positivo de algunos nuevos instrumentos financieros, pues permiten asegurar y cubrir las inversiones.
"La información es casi instantánea y se opera cada vez más rápido. El mercado es ahora muy aleatorio, está construido en el corto plazo. Se ha convertido en inmanejable para los pequeños inversores", señala Domingo García Coto, director del servicio de estudios de BME, quien defiende que el largo plazo es el arma de la que deben servirse los particulares para sacar jugo a la inversión en renta variable: "Es ahí donde tienen margen para poder ganar dinero, sin necesidad de estar pendiente todo el día del mercado".
En el otro lado de la balanza, están los sistemas automáticos de especulación, robots financieros que permiten ejecutar órdenes bursátiles a gran velocidad y combinando un gran número de estrategias. Las cifras difieren según la fuente pero apuntan a que entre un 50% y un 60% de todo el volumen bursátil en el mundo se efectúa a través de esta fórmula. El peso de los sistemas de High Frecuency Trading (HTC) es cada día más elevado y provoca cracs instantáneos sin aparente explicación, como el ocurrido en Wall Street el 6 de mayo de 2009, cuando el S&P llegó a hundirse más de un 8% en cuestión de minutos. "Los programas automáticos de compraventa con alertas que utilizan muchas casas de Bolsa han contribuido a aumentar la volatilidad, ya que actúan al unísono y acaban ampliando los movimientos, tanto de subida como de bajada", afirma el presidente de EFPA España.
Los fondos de inversión han sufrido una profunda depresión. Fueron de los primeros en verse dañados por la crisis crediticia y aquéllos que se consideraban seguros, escoltados por la denominación "monetarios", acabaron en la UVI.
La caída del valor de los activos y el cambio de estrategia de los bancos, que han dejado de vender fondos para reforzar sus fondos propios mediante depósitos, han hundido su patrimonio, que se situaba a cierre de noviembre en 138.918 millones de euros, según los últimos datos de Inverco. La caída es contundente respecto a los más de 250.000 millones que llegaron a atesorar en 2006.
Bancos y cajas también han utilizado a los pequeños inversores como vía de escape para financiarse y capitalizarse, sacando partido de su amplia red comercial. Las emisiones de participaciones preferentes y bonos convertibles en España alcanzan un importe cercano a los 23.000 millones de euros desde 2007.
La protección de los pequeños inversores siempre ha sido una asignatura pendiente para los supervisores. Los fraudes de Afinsa y Fórum en España, de unos 5.000 millones de euros, y de Bernard L. Madoff en EE UU, de más de 37.000 millones, han erosionado la confianza de los ciudadanos en el sistema. La crisis ha demostrado que se necesitan poderes globales en lugar de nacionales para poder controlar que se cumplen las reglas de juego. En 2011, se creará la Autoridad Europea, que controlará, por ejemplo, a las agencias de calificación de crédito.
El papel que juegan las Bolsas en la economía real
1 El número de salidas al parqué a través de ofertas públicas de venta (OPV) o de suscripción (OPS) se ha reducido notablemente desde el estallido de la crisis. En 2010, solo Amadeus y Enel Green Power han debutado en el parqué español. Este tipo de ofertas ha sido una vía tradicional para popularizar la inversión en Bolsa. Su ausencia ha provocado la falta de savia nueva de los pequeños inversores. Los problemas para obtener crédito de la banca, eso sí, han dado el pistoletazo de salida al éxito del Mercado Alternativo Bursátil (MAB) para pequeñas firmas.2 Las cotizadas españolas han logrado unos 230.000 millones de euros a través de ampliaciones de capital desde 2000, según BME. En 2010, la más destacada fue la efectuada por BBVA por unos 5.060 millones de euros. También Telecinco, Gas Natural, Iberdrola, Mapfre o Iberdrola, entre muchas otras, han recurrido a la Bolsa en los últimos tres años para reforzar sus recursos propios o afrontar operaciones de concentración. La de mayor tamaño de la década con desembolso en efectivo fue la de Santander de noviembre de 2008 (7.200 millones).3 El exceso de endeudamiento ha pasado factura a la economía española, de forma que gana puntos el capital contante y sonante, frente a los préstamos bancarios. "La cotización en Bolsa ha permitido a un buen número de empresas españolas acceder a financiación de calidad", ha destacado Antonio Zoido, presidente de BME. El director del servicio de estudios señala que la tabla de salvación para las pequeñas empresas será la Bolsa, debido a que las condiciones impuestas por Basilea III penalizan el crédito bancario a este tipo de firmas.4 El efecto riqueza o, en los últimos años, el efecto pobreza, derivado, respectivamente de la subida o la caída de la Bolsa. Frente a los máximos históricos de noviembre de 2007 (15.945 puntos), el Ibex se deja más de un 30%. El efecto del retroceso se compensa en parte por los dividendos que han repartido las cotizadas españolas en la última década. Desde 2000, han pagado unos 187.000 millones de euros entre sus accionistas. La rentabilidad por dividendo del Ibex se sitúa, de hecho, actualmente en el 5,5%.