España repite el suspenso en educación
No sale bien parada España en el último informe elaborado por la OCDE sobre los estándares formativos de los adolescentes, entre otras cosas por el alarmante grado de repetidores en secundaria (el 30%) y de fracaso escolar. Progresa adecuadamente en percepción lectora, pero sigue muy verde en conocimientos de matemáticas y ciencias, lo que le proporciona un pobre desempeño agregado, con un nivel muy distante de la media obtenida por los países miembros de la OCDE. Un suspenso en toda regla. Mientras los modelos de los países nórdicos de Europa o los ensayados en algunos países asiáticos de inferior nivel de renta y recursos se acercan a la excelencia, España tiene un vasto trecho para lograrlo.
Además, sigue mostrando abismales y perjudiciales diferencias entre sus provincianos modelos educativos, pese al conformismo y optimismo oficial de Educación, y mientras salvan muy dignamente la cara Castilla y León, Madrid, La Rioja o Navarra, con estándares comparables con los mejores, dan paupérrimo rédito Canarias, Andalucía o Baleares, sin mencionar a comunidades que han decidido no someterse al escrutinio de la comparación para no repetir los desastrosos y sonrojantes resultados de años anteriores (Castilla-La Mancha o Extremadura).
Pese al efecto espuela ejercido por informes PISA anteriores, los gestores educativos en España no logran inyectar un cambio de rumbo en la educación para que recupere mejores niveles de formación. La disgregación de los itinerarios docentes y las políticas regionales seguidas tras el traspaso de la gestión de la materia a las comunidades autónomas no ha dado buenos dividendos. La pérdida de activos seguros como el esfuerzo personal o el principio de autoridad del profesorado en la aulas, que han sido socavados lentamente durante las dos últimas décadas con los cambios continuos de rumbo legislativo, deben recuperarse de forma decidida antes de que el daño sea irreparable.
Los países que obtienen mejores ratios formativas en cualquiera de las tres disciplinas analizadas mantienen unidad de criterio en los itinerarios y los estándares de esfuerzo exigidos a su alumnado, mientras que en España a la división de criterio se suma la presión que ejerce la sociedad con el valor que se atribuye a la educación. España tiene diseñado un plan para recortar las diferencias con la media de la OCDE, pero es pronto para apreciar resultados concretos. En todo caso, la solución parece imposible mientras los partidos políticos sigan utilizando la educación como terreno de disputa ideológica, tal como se ha demostrado en el último intento de pacto nacional. La formación es la carta de presentación para el mercado de trabajo, y difícilmente puede tranformarse el sistema productivo si no se diseña en paralelo un mecanismo educacional coherente.