_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Irlanda y la crisis del euro

La crisis del euro se acaba de cobrar su segunda víctima. Tras semanas resistiéndose, Irlanda se ha visto obligada a capitular y a pedir a la UE y al FMI una línea de crédito de unos 85.000 millones de euros para reestructurar su sistema financiero, casi colapsado tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, y para calmar a los mercados de deuda que han estado castigando severamente al país en las ultimas semanas.

Los mercados tienen en el disparadero a la periferia europea y los líderes europeos no han tenido más remedio que actuar con celeridad ante el temor del posible efecto contagio ya que las entidades financieras británicas y alemanas tienen unos riesgos acumulados de más de 250.000 millones de euros con entidades irlandesas.

Los escépticos del euro, y cada vez hay más, ven en la crisis irlandesa la prueba del error en la creación de la Unión Monetaria. Pese a que no hay dudas de que la UME necesita reformas, el responsabilizar al euro de la crisis del Irlanda es una simplificación.

No hay dudas de que gracias al euro, países periféricos como Irlanda, Portugal o España se han beneficiado de los flujos masivos de capital de países con superávits como Alemania, y que estos flujos han creado desequilibrios que no ha sido saludables y que hay que corregir. También es cierto que estos países se han beneficiado de unos tipos de interés históricamente bajos que han facilitado su crecimiento y endeudamiento, y posibilitado el boom.

Sin embargo el gran problema no ha sido el flujo de capitales, sino el uso de estos capitales. En Irlanda (y España) han servido en gran parte para financiar burbujas inmobiliarias en vez de inversiones productivas. Ahí radica el gran problema. Pero la responsabilidad no reside en el euro como muchos quieren sostener estos días. Después de todo hay otros países que no son parte de la UME como Islandia, el Reino Unido o EE UU que también han tenido burbujas inmobiliarias. La responsabilidad ha sido de los inversores e instituciones financieras que se han comportado como manadas ignorando los riesgos de sus decisiones, y de los gobiernos que no hicieron nada para tratar de limitar estos excesos.

A nivel macro el Gobierno irlandés debió de haber endurecido la política fiscal y haber generado superávits fiscales importantes. A nivel micro debería de haber intervenido para limitar los préstamos de las instituciones financieras al sector inmobiliario a través de requisitos anticíclicos que exigieran mayores reservas (como el Banco de España hizo con nuestros bancos), en vez de fomentar estas inversiones a través de incentivos fiscales (como también se hizo en España).

Han sido estas malas decisiones las que han dejado a Irlanda sepultado de deudas, tanto públicas como privadas, tras una burbuja inmobiliaria que se fue hinchando durante 10 años de crédito barato y que permitió a los irlandeses tener mayor renta per cápita que los alemanes. Entre 1996 y 2006 el valor de las propiedades se cuadriplicó en el país, y el sector de la construcción llego a representar una octava parte de la economía irlandesa.

En Irlanda, como en España, el nivel de deuda cuando llegó la crisis era relativamente bajo: solo un 25% del PIB, el más bajo de la UME, por lo que la gran sorpresa ha sido que la implosión de la burbuja inmobiliaria haya resultado en una crisis de deuda soberana. La razón más importante ha sido el error del Gobierno irlandés de intervenir al inicio de la crisis para garantizar los fondos de los depósitos en bancos, así como los de los tenedores de bonos. El colapso de los bancos está arrastrando al país con ellos.

Ha sido gracias al euro, sin embargo, que Irlanda ha podido evitar el desastre de Islandia donde la crisis desencadenó el colapso de su moneda y el banco central se quedo sin fondos para apoyar a sus bancos. La pertenencia a la UME ha permitido a Irlanda recibir fondos del BCE que han ayudado a sobrevivir a sus bancos, y ha dado al país un pequeño margen de maniobra. Abandonar la UME no es la solución, ya que tendría consecuencias desastrosas al estar la deuda irlandesa denominada en euros. Hay que agradecer que los líderes europeos se hayan decidido a intervenir. Mucho está en juego para la eurozona.

Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Suffolk

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_