Mercados, ¿la amenaza o la salvación?
El portavoz de Asuntos Económicos y Monetarios de la Comisión Europea, Amadeu Altafaj, cree que el sector financiero español goza de solidez y resistencia y no ve necesario que España adopte más medidas de ajuste.
Desde Bruselas han querido dejar claro que es un "grave error" comparar la crisis en Irlanda -marcada por la delicada situación de sus bancos- con la de otros países periféricos como España, cuyo sector financiero goza de solvencia suficiente.
Estas palabras debieran tranquilizarnos pero chocan frontalmente con la fuerte caída reflejada por la Bolsa española ayer lunes. Parece que los mercados bursátiles difieren de las opiniones institucionales y consideran que tras el recurso al rescate adoptado por el Gobierno irlandés pronto será el turno de España.
Es notorio que si dentro de unos días, semanas o meses, la crisis alcanza a Portugal, España se vería afectada indirectamente por ser el siguiente en la lista elaborada por los mercados y también porque la banca es la principal acreedora de Portugal.
Hasta aquí el parte de guerra. Ahora tratemos de ser constructivos.
Desde que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, nos sorprendió el pasado mes de mayo con el anuncio de severas medidas económicas, el riesgo de contagio de la deuda soberana se ha reducido considerablemente. Pese a que la crisis del sector inmobiliario y la alta tasa de desempleo son mayores que en otros países, nuestro sistema bancario ha dado muestras de solvencia gracias a la regulación financiera a la que estaba sujeto. La intervención del pasado miércoles del presidente del Gobierno en el Parlamento iba dirigida sin duda a los mercados asegurándoles medidas convincentes de ajuste presupuestario y de decididas reformas.
La solución, sin embargo, no pasa solo por las medidas que España sea capaz de llevar a cabo. Ni las que deberían adoptar en un futuro inmediato, cualquier otra economía de la eurozona. La auténtica solución está en el lugar en donde radica el problema y este no es más que en la propia concepción de la Unión Monetaria.
Ciertamente, hemos de aceptar que fuimos muy ingenuos al pensar que podíamos realizar la Unión Monetaria sin la necesidad de establecer todos los elementos necesarios que requiere una unión monetaria optima. Los que se atrevieron a decir que adoptar una moneda común sin una sólida coordinación de las políticas económicas y sin política fiscal armonizada significaba empezar la casa por la ventana tenían razón. Hoy nos hemos dado cuenta de que no es posible prohibir los rescates, mantener que la reestructuración de la deuda es imposible y, a la vez, mantener políticas fiscales separadas en una moneda única.
Sin embargo, gracias a la crisis (aquí vale aplicar lo de que "no hay bien que por mal no venga") hemos dado pasos importantes hacia un mayor control de la política presupuestaria de los Estados miembros, el refuerzo del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y la reforma de la supervisión financiera.
Seguramente es el momento de avanzar decididamente hacia la centralización de la política fiscal a nivel europeo. La creación de una agencia fiscal europea (como el BCE), con el mandato de mantener la solvencia de los distintos Gobiernos de la Unión, aportaría una mayor eficiencia y podría asegurar la disciplina presupuestaria. Eso supondría una importante pérdida de soberanía que hasta ahora han rechazado los Estados miembros, pero la situación de crisis puede favorecer su aceptación.
El papel de los mercados como impulsores de las reformas que la incapacidad política de los gobiernos no llevaba a cabo se ha puesto de manifiesto otra vez.
El mercado, que nunca debió dejar de ser un instrumento para la correcta distribución de los bienes y servicios, tiene hoy entidad propia y mucho que decir en la organización del sistema. Más aún si hablamos del mercado financiero, ese ángel exterminador que se ha erigido ante el Estado y la sociedad civil, como la principal amenaza de nuestro presente y nuestro futuro, con fuerza suficiente para destruir un Estado (Grecia, Irlanda, ) o poner en entredicho nuestro sistema de pensiones.
¿Será posible que los malvados mercados garanticen la futura estabilidad de la Unión Económica y Monetaria?
Agustín Ulied. Profesor del departamento de Economía de Esade. Miembro del Team Europa