Empleo autónomo
Hasta el año 2008, con el viento a favor del crecimiento económico, la capacidad de emprendimiento e iniciativa empresarial de los españoles había evolucionado muy positivamente. En el periodo 2000-2008 el crecimiento neto de los trabajadores por cuenta propia fue de casi un 5% anual. El mayor nivel educativo, la fuerte presencia emprendedora de la mujer, la nueva iniciativa de los inmigrantes y por supuesto la facilidad de acceso a la financiación fueron las bases de este desarrollo.
Los más de 700.000 nuevos emprendedores crearon a su vez en el entorno de un millón y medio de puestos de trabajo, aunque bien es cierto que muchos de ellos temporales y vinculados a las obras y servicios contratados por terceros, ya que este nuevo trabajo, si bien jurídicamente independiente, no dejaba de ser económicamente subsidiario de las grandes empresas contratistas, en especial en la construcción y los servicios.
En menos de 3 años el escenario ha cambiado radicalmente, no solo se han perdido en términos netos más de 300.000 emprendedores activos, sino que además se han destruido casi todos los empleos asalariados creados por ellos en años anteriores.
Pero el principal drama, en términos de futuro, viene dado por la escasez de nueva actividad emprendedora. La incertidumbre en el proceso económico, la desconfianza generalizada, el exceso de burocracia, la dificultad para acceder a cualquier tipo de ayuda pública y sobre todo la frustración en el devenir del acceso a la financiación privada, se han convertido en factores que desaconsejan cualquier iniciativa. En este escenario tenemos menos empresas, más débiles y más desempleo. Solo las más pequeñas empresas en el sector privado serán capaces de crear empleo si las condiciones lo vuelven a permitir.
Buena parte de los recursos públicos disponibles deberían ponerse a favor del fomento del emprendimiento y al servicio de la iniciativa económica, pero no parece que esta sea una prioridad de los Gobiernos, estatales o autonómicos. Los planes de promoción están congelados, la formación y la asistencia son escasas, la labor que desarrollaban los municipios casi ha desaparecido por sus problemas de financiación. Escasea la imaginación y falta la decisión para apostar por modelos más eficaces de ayuda a la iniciativa de las nuevas generaciones.
Solo cuando el trabajo autónomo repunte estaremos de verdad ante una nueva fase de salida de esta crisis que parece no quiere dejarnos. Algunas causas lejanas de la crisis son difíciles de abordar, pero otras soluciones más domésticas deberíamos afrontarlas sin tanta incertidumbre.
Sebastián Reyna. Secretario general de UPTA España