Casi la mitad de las tarjetas españolas tienen chip a septiembre
La implantación de la tecnología chip en las tarjetas españolas se ha ralentizado levemente durante el verano. Si en junio el 42,5% de los 74,5 millones de unidades operaban con el nuevo estándar, al cierre de septiembre esta cifra apenas había aumentado hasta el 48,7% (casi la mitad del parque). ¿La razón? Las entidades evitan renovar estos productos durante los meses estivales porque la gente abandona sus domicilios y el correo queda desatendido.
La adopción de la zona única de pagos del euro (SEPA, en inglés) requiere que todos los plásticos de Europa puedan operar con chip a partir de 2011. Fuentes financieras prevén que cuando acabe el ejercicio esté migrado el 90% de las tarjetas españolas. Este incumplimiento del calendario comunitario no conllevará sanción alguna.
Está previsto que la migración avance con ímpetu durante los meses de otoño.
La nueva tecnología aporta mayor seguridad a las transacciones porque tramita la compra por medio del chip (que no se puede clonar) y exige al titular teclear su clave. Los plásticos mantienen la banda magnética para ser compatibles en países, como EE UU, donde no existe el llamado estándar EMV. Este acrónimo alude a las enseñas Europay, Mastercard y Visa.
La conversión de cajeros y lectores (TPV) ya está casi completa en España porque las leyes comunitarias obligan a los propietarios de estos aparatos a atender el importe de los fraudes cometidos si sus máquinas no se encontraban adaptadas al chip. Y en un país con 52 millones de turistas foráneos al año ese riesgo es muy relevante.
Uso de los plásticos
Las tarjetas de débito con chip ya tramitan un tercio de las retiradas de efectivo en cajero y un 18% de los pagos en comercio. Mientras, los productos de crédito abarcan el 45% de los reintegros y se utilizan en una quinta parte de las compras en las tiendas.