El poderoso influjo del dividendo
Las entidades financieras están dispuestas a pagar a los ahorradores un interés del 4% -incluso llegan al 4,5%- si les ceden su dinero durante doce meses. Algo parecido sucede con los Gobiernos de los países desarrollados, que han soportado un aumento considerable de los tipos de interés desembolsados por su deuda soberana. Como ejemplo, el bono a diez años español ronda el 4%, aunque ha llegado a estar más caro. Las necesidades de financiación de unos y otros se han vuelto abrumadoras y prefieren acudir directamente a los inversores para obtener liquidez. Pero tienen en los dividendos de las empresas españolas una dura competencia, porque las empresas del Ibex la han convertido en uno de los mercados más espléndidos a la hora de retribuir a los accionistas. La rentabilidad por dividendo medio y ponderada de las empresas del Ibex a cuenta de los resultados de este año se situaría en el 5,2%, claramente por encima de los depósitos de la banca y de la renta fija. Y muy superior a lo que obtienen los ahorradores en las empresas cotizadas en otras plazas: la media del Dax alemán se sitúa en el 3,2%; el Cac francés en el 3,9%, el Footsie británico en el 3,4% y la media del Euro Stoxx en el 4,1%.
Cuesta, pues, encontrar activos con una remuneración tan atractiva -triplica la actual inflación española-, pero que además ofrezcan un elevado grado de seguridad. Cierto que las acciones no conllevan la obligación de pagar el cupón -como en la renta fija-, ni satisfacer intereses -como los depósitos-, y existe el riesgo de que la junta de accionistas decida no repartir dividendo. Sin embargo, a pesar de la dura crisis de los tres últimos años, que ha arrastrado a la baja los beneficios de muchas cotizadas, la realidad es que la mayoría de las empresas del Ibex ha mantenido cuando no ampliado sus dividendos. Es una costumbre generalizada en las empresas del parqué, que prefieren asumir el esfuerzo financiero antes que reducir las retribuciones.
Como muestra, la remuneración al accionista para este año de 22 empresas del selectivo supera el 4%, y sólo dos -Iberia y Sacyr Vallehermoso- no pagarán. En el otro extremo, Telefónica, BME, Gas Natural-Fenosa y FCC superarán este año el 7%. En algunos casos, incluso, no han dudado en tirar de la autocartera para satisfacer al accionista o han buscado otras fórmulas como ampliaciones de capital liberadas para no tener que desembolsar en efectivo.
Rentabilidad y seguridad son siempre un buen atractivo, pero más en estos momentos, aunque deban valorarse en su justa medida. El dividendo no puede ser el único criterio para elaborar una cartera, especialmente si la inversión no tiene marcada voluntad de largo plazo. El potencial de subida de la cotización continúa siendo un referente a la hora de decidirse por un valor, siendo determinante el PER (número de veces que el beneficio está incluido en el precio de la acción), el nivel de endeudamiento o la capacidad de crecimiento. Aunque conviene no olvidar que una corporación con ansias de expansión podría sacrificar el pago de dividendo para costear su planes de desarrollo.
Es obvio que la volatilidad de la renta variable amenaza el valor del capital, algo que no sucede con la renta fija ni con los depósitos que garantizan el principal. No obstante, el riesgo se minimiza en inversiones a muy largo plazo, cuando el dividendo asegura la rentabilidad a la inversión con más solvencia que la revalorización.
Aun así, sería un error, dejarse deslumbrar por las promesas de pagos futuros de dividendos. Es imprescindible escoger sociedades con balances saneados y, sobre todo, con negocios que aporten suficiente generación de caja. Sólo así cumplirán con los compromisos de abonar los dividendos año tras año.
El inversor nunca tiene la bola mágica que le garantice el buen resultado de una inversión, que balanceará entre el riesgo inherente y la rentabilidad previsible. Pero en la comparativa de los distintos activos disponibles en el mercado, los dividendos obtienen una excelente calificación en estos momentos de alta volatilidad. Con una rentabilidad estable y previsible, ejercen un poderoso influjo.